En días pasados en Icare, el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, en su presentación hizo un llamado a la participación de toda la sociedad en la resolución de los problemas de nuestro país, en la necesidad de generar una alianza de todo Chile para sacar adelante a aquellas personas que no pueden salir solas. Llamó a la ciudadanía a tener disposición para colaborar con todos sus talentos, para poner el corazón en lo que cada uno hace por el bien de la sociedad. En su opinión, así tendremos un mejor país, más humano, porque hacemos lo que nos importa y que importa a todos.
Los que hemos tenido la oportunidad de observar de cerca lo que hacen muchos chilenos, sabemos que esa actitud existe, ha estado siempre presente, y gracias a ella se ha realizado mucho en el país. Esa es una buena nueva para los tiempos que corren, en que ligeramente se moteja a la sociedad civil de egoísta, individualista o de frívola. Esa capacidad existe, actúa en silencio y luego la historia la olvida. No siempre se reconoce el trabajo que realizan silenciosamente miles de chilenos.
Tengo un ejemplo muy cercano de cómo se trabaja con el corazón, se da aliento a los chilenos y se dedica una vida a ello. En estos días, se ha publicado en "El Mercurio" un reportaje de la historia de la construcción del Templo Votivo de Maipú. En este no se dedica una letra a personas que fueron claves para que el Templo pudiese ser realidad. Efectivamente, sin el aporte que hizo desde 1950 la Fundación Voto Nacional O'Higgins, el Templo no sería realidad. Se dirá que este esfuerzo no responde a los problemas que hoy tiene la sociedad, pero honra nuestras obligaciones como chilenos y es de la mayor importancia. En la medida que en el país mantengamos presente un sentido de identidad liderado por ciudadanos comprometidos con hechos históricos que hablan de alianzas y acuerdos nacionales que nos honran como patriotas, reforzamos la motivación que tiene la sociedad civil para entregar su esfuerzo y el corazón para resolver nuestros problemas.
Por esto y en las cercanías de los 200 años del abrazo de Maipú, entre O'Higgins y San Martín, es bueno resaltar que la promesa hecha por estos patriotas solo se pudo cumplir gracias a un grupo de señoras que, a solicitud del Cardenal Caro, crearon la Fundación Voto Nacional O'Higgins, para cumplir la promesa de nuestros padres de la Patria y terminar con la construcción de este Templo. Conozco muy bien esta historia porque fue mi madre, Marta Ossa de Errázuriz, la que durante 40 años, hasta que murió, vivió dedicada a que se terminara esta obra. Ella junto a un grupo muy importante de señoras lideraron su construcción, que fue diseñada por el arquitecto Juan Martínez Gutiérrez y por quien lo sucediera después de su enfermedad, el arquitecto Rodrigo Márquez de la Plata. Todos, buscando los recursos que se requerían, hicieron posible terminar esta monumental obra. El Museo del Carmen de Maipú, adyacente al Templo, iniciativa también promovida por este mismo grupo y que recuerda nuestra historia, es una muestra de clase mundial.
He querido vincular las palabras del ministro con la iniciativa de un grupo de personas, las que dedicaron su vida a responder a una promesa hecha por quienes fundaron nuestra nación, a ellas hoy nadie las recuerda. Pero ahí están sus frutos. Estoy seguro de que el llamado del ministro será recogido por miles de personas que ya se encuentran trabajando en los problemas que hoy tiene el país, y esperemos que si sus nombres pasan al olvido, al menos su actitud y compromiso con el país sean reconocidos como una cultura de vocación y servicio público de la ciudadanía.
Juan Eduardo Errázuriz