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Editorial
Miércoles 21 de marzo de 2018
El poder de Xi
Si alguna vez se pensó que la exitosa apertura económica iniciada por Deng derivaría también en una apertura política de China, los últimos acontecimientos lo han desmentido.
Los cambios constitucionales recientemente aprobados por el Congreso Nacional del Pueblo profundizan lo que ha sido una constante política en China: la omnipresencia del Partido Comunista Chino (PCCh). Además, confirman el liderazgo indiscutible del gobernante, desechando cualquier posibilidad de una mayor libertad política, puesto que en estos días la censura y el control a la libertad de expresión se han reforzado.
A la muerte de Mao Zedong, se pensó que las profundas transformaciones introducidas por Deng Xiaoping, iniciadas a fines de la década del setenta, traerían no solo apertura económica, sino también -a largo plazo- mayor libertad política. Tempranamente, los sucesos represivos de Tiananmen dejaron en evidencia que China no estaba dispuesta a repetir los errores de la Unión Soviética, que condujeron no solo a su desintegración, sino también al término del régimen comunista.
La eliminación del límite a la reelección del presidente hace desaparecer las prácticas del gobierno colegiado instauradas en la época de Deng -las que estaban orientadas a evitar el personalismo extremo ostentado por Mao y a alejar experiencias traumáticas y desgarradoras como la Revolución Cultural- y demuestra el gran poder que acumula Xi Jinping, quien también ejerce los cargos clave de secretario general del PCCh y de presidente de la Comisión Militar Central. Elevado a la categoría de "gran timonel", como lo fuera Mao, Xi ahora tiene toda la autoridad para suprimir los liderazgos locales, que amenazaban con transformarse en un desafío al poder central. Asimismo, la creación del superministerio anticorrupción le da las herramientas de vigilancia necesarias para combatir las malas prácticas y, como hasta ahora, impedir el surgimiento de posibles contendores. Alrededor de un millón y medio de militantes del PCCh -entre ellos destacados políticos- han sido acusados de corruptos.
La era Xi -su pensamiento será estudiado en escuelas y cuenta con reconocimiento constitucional- tiene como objetivo, según el presidente, convertir a China en una nación "socialista moderna", pero, más que eso, su estrategia está enfilada a expandir su influencia global ya no solamente a través de su activa diplomacia y su expansión económica, donde en algunos aspectos ya alcanza a Estados Unidos, sino también mediante su poderío militar, al ser el segundo país que más invierte en defensa. Su propósito internacionalista queda de manifiesto en la llamada "Iniciativa de la Franja y la Ruta" que pretende unir Asia y Europa mediante la construcción de obras de infraestructura, como también en su creciente presencia en el Mar del Sur de China, donde enfrenta problemas limítrofes con varios países de la zona.
Si alguna vez se pensó que la exitosa apertura económica iniciada por Deng derivaría también en una apertura política, los últimos acontecimientos lo han desmentido.