Moronga , última novela de Horacio Castellanos Moya, es, hasta la fecha, su libro más ambicioso, más intenso, más elaborado, pero quizá por esto mismo, una suerte de aspiración a abarcar mucho, incurre en el desorden y en problemas de escritura que pudieron evitarse. Castellanos Moya es hoy uno de los grandes cronistas de la devastación causada por las sucesivas guerras civiles
Moronga , tales pandillas ya están extendiendo su accionar lejos de las fronteras donde operan, pues se han infiltrado en Estados Unidos y, en el caso de esta narración, en la megalópolis de Chicago.
Los protagonistas de la intriga son José Zeledón y Erasmo Aragón, ambos salvadoreños, ambos con participación en la guerrilla, ambos con nombres falsos, que indican la reciente adulteración de identidad que han obtenido. Los dos residen en Merlow City, un pueblo que gira en torno a una universidad, con inviernos subpolares y veranos insufribles. Zeledón, ayudado por un compatriota que le procura alojamiento, evoca su período bélico en sucesivos racontos, pero en el fondo sus dificultades residen en la imposible adaptación a la nueva ola de puritanismo que invade a la república norteamericana. Como chofer de un bus que traslada a estudiantes, se topa todos los días con una supervisora, quien lo denuncia por acoso sexual porque contestó a su saludo en el gimnasio al que la funcionaria y él acudían. Desde luego, lo despiden, pese a que está comprobado que la demandante es mitómana. En calidad de técnico computacional, escruta a todos cuantos entran y salen de la universidad, leyendo sus correos electrónicos y dando cuenta minuciosa de sus actos, en especial los del profesor Aragón, quien, tal como Zeledón, es muy sensible a los encantos femeninos -lo que se expresa, hay que decirlo, en una fraseología bastante soez- y, al parecer, uno y otro son irresistibles para las mujeres angloparlantes. Llega un momento en que a Zeledón se le hace insostenible tal forma de convivencia, motivo que lo lleva a contactarse con el Viejo, ex guerrillero que quiere involucrarlo en una operación ilegal de exportación de armas. Nunca sabremos si acepta, pues al final da la impresión de que se echa para atrás. En cuanto a la pesquisa acerca de su coterráneo Aragón, solo logra filmarlo cuando sale de cierto bar en compañía de una despampanante catedrática; además, se entera de que el profesor está haciendo una investigación sobre una fase en la carrera del poeta Roque Dalton.
Moronga se divide en tres partes, si bien el volumen descansa en las dos primeras, llamadas, respectivamente, "Zeledón" y "Aragón", compuestas en primera persona. Mientras el primero actúa en Merlow City, el segundo lo hace en Washington, donde estudia las carpetas desclasificadas de la CIA que demostrarían la participación de esta entidad en el proyecto de convertir a Roque Dalton en doble agente. Castellanos Moya tiene mucho cuidado con el lenguaje empleado en cada sección y preciso es reconocer que consigue dar un carácter muy distinto a las cavilaciones de sus dos héroes, lo que constituye un éxito estilístico. El primero es instintivo, visceral, la mirada resulta virulenta e inconformista, la paranoia, rasgo común a cualquiera que haya tomado parte en actividades clandestinas, es mucho más acentuada en Zeledón; mal que mal, se encuentra en un estado de precariedad permanente, en tanto Aragón goza de un contrato muy bien remunerado y un estatus envidiable.
Lamentablemente, la sección dedicada a Aragón está concebida en capítulos que consisten en una masa prosística sin puntos aparte, con frecuentes elipsis, fallas tipográficas, fragmentos en inglés y otros idiomas ajenos al castellano y, sobre todo, vocablos, giros y modismos poco comprensibles para quien no domina la jerga nativa del hablante. Ni qué decir tiene, si en Merlow City la rigidez en materia sexual es un dato anecdótico, en la capital del imperio se muestra como epidemia imparable, algo contra lo cual es imposible luchar, una vigilancia férrea hacia cualquiera que tenga la mala suerte de haber nacido varón. Ello no impide que Aragón mantenga un tórrido affaire con Mina ni que deje de recordar sus promiscuas experiencias amorosas en Frankfurt, incluida la reconfortante relación con Yesenia, prostituta paraguaya especializada en servicios altamente rentables. Estos episodios se mezclan con otros -como el de la niña guatemalteca con el diablo en el cuerpo-, de modo que la labor de Aragón en el Archivo Nacional pasa a ser un factor secundario en medio de las divagaciones eróticas, biográficas, urbanísticas y de un cuanto hay del narrador. Así, Moronga , que pudo haber sido una historia atrapante, deviene un texto por momentos atractivo, aunque confuso.