Como
Tres anuncios para un crimen, esta pudo ser una película de los hermanos Coen. Las diferencias son muchas, por supuesto, pero otra vez se trata de la Norteamérica profunda, la de los
rednecks y los brutos, esa población de estúpidos que ejercen la necedad con una perfecta seguridad en sí mismos y por lo general con buenas intenciones.
La principal diferencia en este caso es que se trata de hechos reales, públicos e históricos. En la segunda mitad de los 80, emergió desde Portland, Oregon, una jovencísima patinadora artística, Tonya Harding (Margot Robbie), que en pocos años había ganado todos los premios nacionales y apuntaba a las Olimpíadas. Tonya era una innovadora y una artista intuitiva, pero cargaba con dos lastres: LaVona (Allison Janney, Oscar a la mejor actriz secundaria), una madre diabólica, y Jeff (Sebastian Stan), un marido irreparablemente imbécil.
La otra gran diferencia de
Yo, Tonya es su estrategia narrativa, que simula el formato de un documental, con materiales de origen diverso, declaraciones a la cámara y entrevistas a los protagonistas. En teoría, estos personajes pueden ofrecer versiones contradictorias -como se advierte al comienzo-, pero el espectador siempre sabe con claridad por dónde va la verdad, precisamente porque cada versión está contada con una carga de sarcasmo y mordacidad. El grado máximo de la ironía se ejecuta en la banda sonora, compuesta por unas 23 canciones que funcionan como comentarios farsescos de lo que está en la pantalla (LaVona presentada con el tema "Devil woman", una ruptura amorosa con "How can you mend a broken heart"). No es un recurso nuevo, pero está expandido hasta sus límites, con la intención de que sea intrusivo e hilarante.
Gracias a esa estrategia, esta es una película veloz, energética, cautivante, incluso violenta, con personajes que derrochan en fortaleza e iniciativa todo lo que les falta en perspicacia e inteligencia. El cineasta Craig Gillespie les proporciona a todos unas entradas magníficas, a lo Scorsese, como si vinieran a integrar una corte de talentos. Entre todos, Shawn Eckhardt (Paul Walter Hauser), "guardaespaldas" de Tonya, pero en realidad amigo de su marido, es un verdadero hallazgo: cabe en cualquier antología del cretinismo, hasta que eso deja de ser gracioso porque se convierte en el principal agente de destrucción en la vida de la atleta.
Yo, Tonya es la historia de una desgracia motivada por la estupidez, lo que no quiere decir que valore mucho la inteligencia; su apelación es al mínimo del sentido común. Es una película dotada de un agudo sentido del humor negro y un muy buen oído para el insulto automático, que ha encontrado en la realidad a unos personajes sin doble vuelta. Más que una biografía, es una comedia totalmente oscura.
I, Tonya.
Dirección:
Craig Gillespie.
Con: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Julianne Nicholson, Paul Walter Hauser, Bobby Canavale.
120 minutos.