La desconfianza que se ha instalado en Chile. Montajes, mentiras, abusos. El diálogo tóxico que vemos en las redes sociales ante cualquier propuesta es la respuesta de un grupo grande que ve cómo se toman decisiones sin valorar ni respetar su opinión. Siendo que es a ellos los que estas decisiones más van a impactar.
Lo destacó el Papa en su reciente visita a Chile. Él nos conoce porque vivió en Chile. Y en sus mensajes entregaba una propuesta para romper el círculo vicioso que fomenta la desconfianza.
En la Universidad Católica habló de la necesidad de construir comunidad para resolverlo. Nos alertó que hay situaciones que han llegado a un punto que exigen ser repensadas: "Lo que hasta ayer podía ser un factor de unidad y cohesión, hoy está reclamando nuevas respuestas".
Nos fue mostrando las características de la comunicación capaz de sacarnos de la crisis. "No basta alimentar al pobre, hay que sentarlo a la mesa". En la UC habló de la necesidad de una "alfabetización que integre y armonice el intelecto -la cabeza-, los afectos -el corazón-, y la acción -las manos- que resumió con una frase que conviene tener en cuenta: "Es necesario enseñar a pensar lo que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se piensa y se siente".
En ese discurso fue especialmente crítico con la enseñanza que no integra la realidad del país: "Lo único que consigue es fragmentación y ruptura social". Definió la complejidad del desafío al decir que "educar para la convivencia no es solamente adjuntar valores a la labor educativa, sino generar una dinámica de convivencia al interior del propio sistema educativo. No es tanto una cuestión de contenidos como de enseñar a pensar y a razonar de manera integradora".
Criticó una universidad que no sea capaz de integrar en las materias que imparte las experiencias sociales que viven los jóvenes en los veranos o los fines de semana, "las experiencias que les han extendido las miradas". Si se mantiene la disociación se convierte en una educación que les tira "una frazada mojada encima para hacerlos callar". Para hacer pensar que "madurar es aceptar la injusticia, creer que nada podemos hacer. Eso es corrupción".
En su visita a Chile, el Papa Francisco distinguió las buenas y las malas comunicaciones. Incluso en Temuco habló de que existían dos formas de violencia, una es la real que se da en el sur, y nos escandaliza. Pero también es violencia una comunicación muy nuestra: "Bellos acuerdos que nunca llegan a concretarse. Es violencia, porque frustra la esperanza". Violencia que para el Papa "es la negación de toda auténtica religiosidad" y "termina volviendo mentirosa toda causa justa".
La comunicación necesaria para recuperar la confianza "no es un arte de escritorio, ni tan solo de documentos, es un arte de la escucha y del reconocimiento".
La fuerza de esta exigencia se juega en el "problema" indígena: el que tiene a un lado a los que están muy molestos por lo que entienden como abusos que se mantienen por décadas y, al otro, a los indignados por la violencia que llevó a matar a una pareja de ancianos. En la Universidad Católica, Francisco resumió el desafío hablando sobre el pueblo mapuche: "Es indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios".
Ahora nos toca a los chilenos empezar a experimentar verdaderas conversaciones con los que no confían en nosotros. No basta informar al otro a través de los medios tradicionales. Ni siquiera comunicarse por los dispositivos conectados con redes que universalizaron la posibilidad de informar y compartir. La vara es más alta. Solo la experiencia del encuentro cara a cara permite esa conversación "que incluya el pensar, el sentir como el hacer".
Eduardo Arriagada C.
Decano Facultad de Comunicaciones UC