El recambio es la palabra de moda hace rato en nuestro fútbol. Es casi obsesivo, parece algo a la vez inalcanzable y obligatorio. Y eso sucede porque nos gana la ansiedad y jubilamos a todo el que se acerque a los 30, sin comprender que el recambio es de todos modos inevitable.
La notable selección del 62 se renovó. Y se renovó aquel notable plantel del Mundial del 74. Y el del 87. Todos los planteles se renovaron y se seguirán renovando, incluida la "generación dorada". El recambio ha sido positivo en algunos casos y desfavorable en otros. Pero siempre existió.
Lo que sucede ahora es que no nos satisface un recambio; lo que queremos es una copia, ojalá mejorada, del seleccionado actual. Y eso no es un plan ni una aspiración, es un sueño. Puede darse (no sería el primer "sueño hecho realidad"), pero no es más que eso. Tenemos derecho a soñar, y además es gratis, con la única condición de quedarnos dormidos un rato.
Lo complicado del asunto es que podemos interferir con la realidad, con los planes técnicos, con la verdadera capacidad de los llamados al reemplazo y con el peso de las expectativas sobre los protagonistas.
Cada gol del Nicolás Castillo en México lo sitúa de inmediato en el futuro plantel de Reinaldo Rueda. A muchos nos gustaría que así fuera para que "el Nico" se consolide en el seleccionado. ¿Lo conseguirá? ¿Logró la madurez que le ha sido esquiva? Está por verse. Y en cuanto a rendimiento, no hay que olvidar que Felipe Mora partió con grandes méritos y aspiraciones, sin que haya conseguido allá lo que sus condiciones anunciaban.
Por otro lado, mientras se barajan nombres de juveniles, otros dos veteranos superan sus marcas en el torneo chileno. ¿Se les podría negar una posibilidad a Esteban Paredes (37) y a Roberto Gutiérrez (35)? Paradojalmente, su incorporación sería recambio.
Hay que tener paciencia y ver cuál es la relación entre el plantel disponible y las ideas de Rueda, más allá de jugar con cuatro en el fondo y no arriesgar la pelota. Es muy fácil tirar nombres, pero ya sabemos que no es fácil experimentar con un seleccionado. Si usted suma, verá que sobre la mesa hay una veintena de nombres propuestos. Un exceso.
Lo ideal sería tener una selección B para hacerles espacio a todos los propuestos, como se hizo para el Mundial del 62 (se decía que la B, orientada por Luis Álamos, era mejor que la A, de Fernando Riera). Pero eso parece muy difícil conseguirlo, pues la mayoría de los convocados está en el extranjero.
Conviene esperar serenamente el recambio, pero sin pensar en copias de la generación dorada. No son posibles fotocopias de Arturo Vidal ni de Claudio Bravo ni de Marcelo Díaz ni de Gary Medel ni de ninguno.