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Editorial
Miércoles 21 de febrero de 2018
Seguridad mundial
"Toma creciente fuerza la idea de que Europa debe buscar su propio camino en términos militares y de seguridad".
En la reciente clausura de la 54ª Conferencia de Seguridad de Múnich, los representantes de los 28 países que forman la Unión Europea (UE) consensuaron la necesidad de que este bloque desarrolle un mayor peso e influencia en el ámbito de la seguridad y la geopolítica mundiales.
Durante el encuentro se abordaron asuntos como la guerra en Siria, las relaciones de la UE con Rusia y Estados Unidos, los diferentes conflictos en Medio Oriente, los alcances de la ciberseguridad y la tensión nuclear con Corea. Y frente a estos desafíos, autoridades como el presidente de la Comisión Europea, Claude Junker, abogaron por un mayor protagonismo por parte de la UE en esos y otros temas. Un objetivo que Bruselas considera de gran importancia, tomando en cuenta la complejidad y dinamismo del sistema político internacional contemporáneo.
Luego del término de la Segunda Guerra Mundial, los países de Europa -en general- han visto disminuir su influencia frente a los dos grandes vencedores del conflicto: Estados Unidos y la Unión Soviética. Precisamente, las potencias que reconstruyeron el orden mundial en función del conflicto ideológico y militar que sería la Guerra Fría.
En ese contexto, temiendo una inminente invasión soviética de Europa Occidental, en 1949 nació la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Una alianza formada entonces por diez países europeos, más Estados Unidos y Canadá.
Actualmente la OTAN está integrada por 29 Estados y sigue siendo un actor de primera relevancia en el contexto militar europeo y mundial, tal como lo demostró -por ejemplo- su despliegue en Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Sin embargo, desde el nacimiento de la Unión Europea, en 1993, ha ido tomando fuerza la premisa de que Europa debe buscar su propio camino en términos militares y de seguridad, tras haber dependido de la protección estadounidense (convencional y no convencional) durante gran parte de la Guerra Fría.
La existencia de la OTAN ha permitido una mayor coordinación militar entre los países europeos, la estandarización de armamento y la posibilidad de compartir información sensible de mutuo beneficio, entre otros aspectos. Sin embargo, no son pocos los países de la UE que consideran que sus intereses ya no están -necesariamente- alineados en un ciento por ciento con EE.UU.
Desde su llegada a la Casa Blanca, la relación entre el gobierno de Donald Trump y la UE no ha sido la más fluida (tampoco con la OTAN). Y desde esa perspectiva, Bruselas considera que Washington está viviendo un paulatino repliegue de su influencia mundial, dejando vacíos de poder que Moscú y Beijing están interesados en ocupar.
Los países de la UE llevan años lidiando con temas de seguridad mundial, como las olas migratorias, el terrorismo yihadista y la supuesta injerencia cibernética por parte de Rusia. Eso les ha otorgado, desde hace tiempo, la experiencia suficiente para aumentar su protagonismo en el ámbito de la seguridad internacional. Porque, además, un actor como la UE aporta una visión necesaria para la búsqueda de soluciones a temas urgentes y refuerza el valor del multilateralismo, en momentos en que el mundo enfrenta nuevos y complejos desafíos humanitarios y militares.