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Editorial
Miércoles 21 de febrero de 2018
Daños al patrimonio cultural
"Es una buena señal que los casos de los perjuicios a la escultura de Ícaro y Dédalo de Rebeca Matte y los rayados en la piedra con la misiva de Pedro de Valdivia generen alarma pública".
El daño a la valiosa escultura de Rebeca Matte ubicada frente al Museo de Bellas Artes, los rayados a la piedra en la que está inscrita la carta de Pedro de Valdivia al rey Carlos V en que describe el valle de Santiago, y la quema de una escultura de Rodolfo Opazo en Colina son los casos más recientes -ocurridos solo en febrero de este año- de una larga lista de atentados contra el patrimonio artístico y cultural emplazado en nuestro espacio urbano.
El cerro Santa Lucía constituye otro ejemplo emblemático. Se trata de un espacio donde han desaparecido un sinnúmero de ánforas, jarrones, pilas, estatuas y esculturas. Una de las más llamativas obras perdidas es la estatua ecuestre de bronce, que le daba nombre al "pórtico del caballo". Al recorrer las fotos del "Álbum del Santa Lucía" -encargado por Vicuña Mackenna en 1874-, sobrecoge la cantidad de piezas que figuran en las imágenes que ya no están en el lugar. Un caso similar lo constituye el Cementerio General. Es de esperar que la tumba de Rebeca Matte, con esculturas de la artista, no sufra las sustracciones y daños que han padecido otras obras ubicadas en el camposanto.
Las esculturas en el espacio público también sufren de intempestivos -y no informados- cambios de lugar, que a veces perjudican la adecuada perspectiva y entorno para apreciar la obra. "En Chile las estatuas caminan", decía un especialista y no deja de tener razón, por la cantidad de movimientos y traslados que sufren estos monumentos. Los pedestales, diseñados en proporción y armonía con la escultura, también suelen sufrir deterioros y cambios inconsultos. Un caso paradigmático es el monumento de la colonia italiana al Centenario de Chile, que le da nombre al sector de la Plaza Italia. Trasladado en múltiples ocasiones, no solo ha experimentado perjuicios la escultura del ángel con el león. Su pedestal también ha sufrido el robo de adornos y bronces y el cambio de su aspecto. Actualmente está recubierto por unas palmetas cuadradas que poco tienen que ver con el conjunto y con la ornamentación original.
En regiones el panorama es similar. Baste recordar los bustos a los héroes del Morro de Arica, decapitados vandálicamente hace algunos meses. O la desaparición de la "Loba capitolina" en Talca. A veces estas piezas aparecen en oscuros remates o ventas por internet. De otras no se sabe nunca más nada.
Por eso, constituye una buena señal que los casos de los perjuicios a la escultura de Ícaro y Dédalo de Rebeca Matte y los rayados en la piedra con la misiva de Pedro de Valdivia hayan generado alarma pública. Este es el primer paso para que estos casos no sean invisibles para la opinión pública, como ha ocurrido en otras ocasiones. Se valora, además, la rápida reacción del municipio de Santiago, que en un solo día borró los rayados de la piedra con la carta del conquistador español, que en su momento impulsó Alberto Ried, integrante del grupo de los Diez.
Salvaguardar el patrimonio existente en los espacios públicos requiere esfuerzos de corto y largo plazo. Además de sancionar a los responsables, en los casos que es posible identificarlos, resulta clave reforzar su valoración social y la importancia de su preservación en los contenidos educativos. Los colegios podrían aportar a esa tarea a través de estrategias tan simples como llevar a sus estudiantes a una plaza cercana al establecimiento, conocer su entorno y entender por qué hay que protegerlo. Algo se ha avanzado en este tipo de iniciativas, pero se podrían desarrollar mucho más, como ha ocurrido con la preocupación medioambiental, que niños y jóvenes ya tienen muy incorporada. Nuestras ciudades, artistas y espacios públicos se lo merecen.