Se dice mucho que el mundo ha tendido a uniformarse. En parte, por las exigencias sociales y democráticas que son iguales para todos; en parte, por el creciente temor a que ser distinto nos lleve al rechazo de los otros y por ende, a la soledad y el aislamiento.
Distingamos la obligatoriedad de la ley, que nos obliga a todos los ciudadanos a comportarnos de una manera que la sociedad ha determinado que es la correcta. Esa es la civilidad, fuente de una convivencia pacífica. También están normadas las reglas de la buena educación que nos permiten distinguir entre gente educada y mal educada. Entre locos agresivos y personas molestas o enojadas. Entre simpáticos y antipáticos.
Estas distinciones pueden cambiar entre culturas, entre oriente y occidente, pero son condiciones de una pertenencia a un grupo, un cultura, una nación o una religión o culto.
Distinto es creer, sentir, que mientras más me igualo a todos, más seguro estoy y mejor me va a ir en la vida. Esto que vale para los individuos, vale también para organizaciones y empresas. Por ejemplo, una investigación revela que las compañías donde los únicos objetivos que estaban bien definidos eran los financieros, no tenían tan buenos resultados como las que compartían una más amplia serie de valores.
Esto no debería extrañarnos. Las necesidades fundamentales en cualquier institución o grupo humano consolidado por objetivos comunes son: encontrar una razón de ser común; la existencia de refuerzo positivo que permita a los miembros considerarse ganadores, en el sentido de estar cumpliendo con la definición de ser humano que la institución espera de ellos; la necesidad de algún nivel de control, y la formación de las actitudes y creencias por como actuamos más que por lo que decimos.
Lo anterior es sobre todo válido en una familia, el grupo que más influencia tiene en la formación de los seres humanos. Lo lindo es que el triunfo de la unidad en cualquiera de estos grupos está dado, en parte, por una cierta dirección en principios y actitudes, pero específicamente está determinado por la impredictibilidad.
Si lo impredecible está prohibido, no habrá unidad ni cohesión. ¡Que sorpresa para los que andamos tratando de ser lo más predecibles posible!