Esta película podría haber sido la cuarta secuela de "El monstruo de la Laguna Negra" (1954), con una criatura anfibia y prehistórica oculta en el alto Amazonas.
Era el género serie B de Universal Pictures que tuvo una continuación en 1955 y al año siguiente fue la tercera aparición, para que la criatura hiciera de las suyas por un acuario en Florida y luego desatara su furia cerca de Sausalito, por San Francisco.
"La forma del agua", ya desde su título, implica otras resonancias, porque es una película más inteligente, sugerente y ambiciosa que cualquiera de las anteriores, pero que conserva y explora distintos tipos de fascinación: el de la criatura por la protagonista, y el de los científicos por esa criatura elegante, estilizada y maravillosamente diseñada.
Unas relaciones que se amplifican cuando Elisa Esposito (Sally Hawkins), una mujer solitaria y muda que se ocupa de la limpieza en un centro espacial y militar, no sigue el camino de las antiguas protagonistas: gritar, huir y espantarse.
Elisa, en cambio, en esa criatura que mantienen cautiva y maltratada, encuentra a un ser relegado por distinto, especial y solitario. Discriminado y triste como ella, y también como su vecino de departamento: Giles (Richard Jenkins), un viejo homosexual separado de su trabajo y sin nadie a quien querer en la ciudad de Baltimore del Estados Unidos de los años 60.
Giles aporta una tercera fascinación, porque admira el cine musical de los años 30 y 40 en películas que exhiben por la televisión. Es Carmen Miranda, Shirley Temple, Fred Astaire y Ginger Rogers o Alice Faye, y es el cine como compañía compartida y memoria emotiva.
Es la industria que se mira a sí misma, se encuentra razón, subraya su sentido y proclama su enorme influencia cultural.
Una mecánica que se mueve en el interior de las películas que se destacan en los Oscar y algunas, por cierto, son mejores y otras peores: "La, La Land" (2016) o "El artista" (2011), por ejemplo.
El último agregado es que Elisa y Giles viven en los altos de un cine donde muestran programas dobles y por esos días exhiben una bíblica de menor cuantía: "La historia de Ruth" (1960).
El mexicano Guillermo del Toro, en "La forma del agua", despliega su saber y cariño por los laberintos del cine de género, pero no de uno en particular, porque se desprende el terror y el policial, es una historia de amor, también intriga política y militar, es de espías, en ocasiones cómica, también cruel y Zelma (Octavia Spencer), la fiel amiga de Elisa, está perfecta en sus parlamentos y gestos, porque construye un personaje sagaz y delirante.
La suma de todo es la última fascinación, que es la evidente.
Es la del director Guillermo del Toro no por un género en particular, sino por la especie que nació en 1895: el cine.
"The shape of water". EE.UU.,Canadá, 2017. Director: Guillermo del Toro. Con: Sally Hawkins, Richard Jenkins, Octavia Spencer. 123 minutos. Mayores de 14.