Señor Director:

El código laboral francés tiene 3.448 páginas. De acuerdo a la revista The Economist, se inspira en frenar el constante deseo de los empleadores de abusar de los trabajadores, dada la fuerte desconfianza -¿les suena conocido?- entre el mundo político y el mundo empresarial. Tal como se ha señalado en un editorial de este medio, Macron entiende y reconoce que Francia no puede quedarse quieta mientras la tecnología trastorna un mercado laboral cada vez más globalizado. Es por esto que ha dado el primer paso implementando una reforma que permitirá -entre otros- pactar condiciones laborales entre trabajadores y empleadores.

A Chile le haría bien seguir los pasos de Macron. De acuerdo a una encuesta de la Corporación Empresa y Sociedad, el 87% de los trabajadores chilenos está a favor de una mayor flexibilidad laboral, cifra que aumenta a 92% en los jóvenes. La tecnología permite que los trabajadores puedan pactar con sus empleadores trabajar parte del día en la mañana y el resto en algún lugar alternativo; que los padres puedan trabajar mientras cuidan de sus hijos durante las vacaciones; que los adultos mayores se queden en su casa durante el invierno para evitar enfermedades. Lo que no lo permite es nuestro código laboral; urge avanzar hacia pactos de adaptabilidad en contratos individuales de trabajo.

Durante la campaña, tanto Piñera, Guillier y Goic se manifestaron a favor de impulsar una mayor adaptabilidad laboral -con diferentes matices-, lo que ratifica la transversalidad de este objetivo.

Invitamos a la electa administración -liderada por Sebastián Piñera- a hacer propio este desafío, pues hacerlo es escuchar a los trabajadores, es generar confianza, es preparar nuestro mercado laboral para la revolución de la tecnología, es mirar hacia adelante, y no hacia atrás.

VERÓNICA CAMPINO
Cofundadora Fundación ChileMujeres