¿Qué rostro le mostrará el espejo a Guillier hoy en la mañana? Un rostro tranquilo, con aire satisfecho.
Habrá dormido bien, con una tranquilidad radical. La razón es muy simple: gane o pierda, habrá triunfado. Les ganó a los bancos, que no le prestaron plata, a la falta de primarias, y también al desprecio de la izquierda y la derecha. Siempre supo que los partidos lo habían mandado al sacrificio. Estaba bien en las encuestas, es verdad, pero un hecho tan pasajero como ese no bastaba para pensar que él -un hombre sin apenas pergaminos- pudiera derrotar a un candidato que parecía imbatible.
Sobre todo, Alejandro Guillier le ganó a sí mismo. Aunque no tenía muchas esperanzas, hizo cada día lo que marcaba su agenda y siguió adelante, muchas veces con piloto automático.
Seguramente él pensará en estas cosas a primera hora de la mañana, mientras recorta su barba con su calma de siempre. Como si gozara de ese momento, ejecutado con la seriedad de un ritual.
Guillier abandonará su casa en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, se encaminará al local de votación y seguirá tan tranquilo como siempre. Quizá recuerde la fábula de la tortuga y la liebre, con la esperanza de ser una buena tortuga. Su única fuente de turbación será un pensamiento que lo acosa de vez en cuando, particularmente en las últimas semanas: "¿y qué pasará si gano?"
La afeitada de Piñera, en cambio, será muy distinta. Presumo que utilizará una máquina eléctrica, con muchas revoluciones. La moverá con rapidez sobre el mentón y las mejillas, apurando al máximo ese momento que constituye para él una incómoda pérdida de tiempo. Su cerebro estará funcionando a toda velocidad, lo mismo que en buena parte de la noche, porque probablemente el sueño le habrá sido esquivo.
El espejo le mostrará un rostro cansado. Las últimas semanas han traído un problema tras otro. Sus forzados colaboradores de la segunda vuelta no siempre han ayudado mucho, o al menos lo han hecho de una manera poco grata. Además, han llovido las críticas, que él percibe como las protestas de esos espectadores que le reprochan al delantero no haber metido un gol que ellos mismos jamás habrían estado en condiciones de acertar. Esto le produce una amargura especial: siente que ha estado recibiendo el pago de Chile. Pero debe poner su mejor cara, porque no es el momento para empezar con las recriminaciones.
Sin embargo, todos esos desagrados no bastan para explicar la cara de preocupación que le muestra el espejo. Si hoy pierde, será efectivamente muy doloroso. Para él no hay cosa peor que haber trabajado en vano, haber desperdiciado un año entero de su existencia, pero en unos pocos meses se le pasará la pena. Ahora bien, si gana, sabe que lo esperan los cuatro años más duros de su vida. La economía no corresponde a la de 2010; hay unas reformas que no es posible desconocer o desmontar; el Congreso le será especialmente mezquino; las peleas de la centroderecha empezarán antes de que terminen los aplausos por la victoria. Y no olvidemos las huelgas... Esas huelgas que buscarán hacerle la vida imposible van a comenzar aun antes de que le pongan la banda presidencial.
Hay gente que puede enfrentar el trabajo duro, las dificultades o la incomprensión. Tal es el caso del ex Presidente. Pero la sensación de que hay cosas importantes que no dependen de uno mismo, como sucede con el resultado de la elección de hoy, debe ser muy incómoda para alguien como Piñera. Esta ha sido la tónica de estas semanas, donde muchos lo han mirado como diciendo: "no diga nada, no haga nada, no sea espontáneo, porque cualquier intervención suya no hará más que empeorar las cosas".
Con todo, esa incomodidad puede representar un valioso entrenamiento para aprender a jugar sin pelota, porque si Piñera consigue volver a La Moneda, su presidencia no podrá ser la misma. Él ha dicho muchas veces que un segundo gobierno suyo será más político que el anterior. La política, sin embargo, es el arte de esperar, de oír, de formar equipos. Gobernar es delegar. En este caso, las humillaciones, dificultades e incluso la sensación de impotencia sufridas en estas semanas habrán tenido una función pedagógica importante. Si es así, Sebastián Piñera haría bien al esbozar una sonrisa, que corrija un poco el rostro severo que esta mañana le ha mostrado el espejo.
Mientras Guillier está satisfecho, estas semanas han puesto a Piñera en un escenario incómodo, porque le han mostrado que el triunfo no depende solo de su empeño y planificación. Pero al mismo tiempo representan una valiosa escuela, pues la política es, en parte, el arte de esperar.