Todos cruzamos conversaciones políticas estos días. Unas son más recatadas, otras más descaradas.
Y al intercambiar opiniones, cada uno centra su interés en determinadas reacciones, en ciertas respuestas. A mí, las que más me interesan tienen que ver con Guillier, en concreto con quienes parecieran naturalmente llamados a votar por él, pero que afirman que no lo harán. De entre ellos, algunos se irán al nulo, mientras que otros optarán por la simple abstención, aunque hayan marcado preferencias de izquierda en la primera vuelta.
¿Por qué?
Las razones son muy variadas: no existe un voto duro anti-Guillier, sino muy distintos motivos para descartar al candidato de las izquierdas.
Su incapacidad para el cargo -no hay otra manera más sincera para comenzar a revisar el tema- es un motivo frecuentemente invocado. Muchos añoran a Lagos, ese ícono que desde un trasfondo casi invisible le causa al candidato periodista un daño impensado; otros, simplemente lo miran como alguien de la calle, y entonces, por cierto, estiman que aquel que en nada se destaca no es digno de recibir una preferencia electoral. Una cosa es hacer sintonía con el candidato y otra bien distinta es mirarlo como un igual, como un usted o como un yo, alguien que por no haber logrado expresar superioridad, deja de convocar y pierde por lo tanto la posibilidad de una adhesión por admiración. Guillier, para tantos chilenos, es simplemente uno más de ellos.
La inseguridad que genera el candidato es un factor también presente. ¿Cómo se irá a comportar? A qué estándares éticos se somete? Mucha gente recuerda que el periodista abusó de su posición en el caso Calvo, como lo demostrara la señera columna de Hernán Corral en este mismo espacio; otros se preguntan por qué durante tanto tiempo recibió ingresos de una empresa que controlaba su actual competidor, por quien incluso estaba dispuesto a votar en 2009. ¿De qué Guillier estamos hablando? ¿De un pulcro independiente o de un emergente interesado? ¿Va a dotar a su eventual gobierno de criterios de excelencia o de conveniencia?
Pero lo que mayor distancia provoca entre los electores y el candidato de la continuidad es justamente su falta de identidad. Si tuviera un perfil definido...
No cabe duda que en su comando han preferido la ambigüedad, pensando que la jalea resulta aceptable a todos. Pero, en general, la gelatina es alimento solo para enfermos.
Por eso, desde el Frente Amplio, muchos lo descartan para este domingo. Le reprochan su falta de radicalidad. Lo oyen afirmar que busca la continuidad con Bachelet y, también, la identificación con Jackson. ¿En qué quedamos? ¿Va a mantener las reformas o va a revolucionar la continuidad? Por eso, un tercio de los votos de Sánchez se restarán.
En paralelo, amplios sectores democratacristianos manifiestan su desafección con Guillier, pero por razones distintas, aunque de nuevo referidas a su falta de identidad. ¿Es un masón que hará primar concepciones secularizantes o es un aliado del mismo PC con el que tantos malos ratos ha pasado la DC en los últimos cuatro años? Ni una cosa ni la otra -menos aún, una combinación de ambas- dejaría tranquilos a los DC más tradicionales. Por eso mismo, casi la mitad de las preferencias de Goic no se trasladarán a Guillier.
Tampoco el mismo gobierno las tiene todas con su propio abanderado. Una cosa es que Bachelet desde hace días se haya implicado a fondo en la campaña, y otra es que confíe en Guillier como el auténtico heredero de su legado.
En el último debate, Guillier declaró que él es la continuidad; al comenzar el año había afirmado: "Bachelet va a pasar a la historia como una gobernante que tuvo un segundo mal gobierno". Vaya.