"La batalla de los sexos" puede ser un buen ejemplo de los límites y obstáculos de las películas basadas en hechos reales, un subgénero abundante e inevitable.
En este caso es una recreación formal y respetuosa, ceñida a los acontecimientos oficiales; no hay mancha ni mácula para ningún personaje y el propósito evidente es no quedar mal con nada ni con nadie.
Y con esos mandamientos no se hacen buenas películas.
Lo mejor del matrimonio compuesto por Jonathan Dayton y Valerie Faris, aunque la filmografía es de apenas tres títulos, fue su debut: "Pequeña Miss Sunshine" (2006), con una familia unida, divertida y disfuncional que revolotea por los márgenes de los concursos de belleza y por una sociedad chillona, fea, estridente y patética.
Hace una década existía cierto espíritu crítico y algún malestar e ironía, siempre dentro del ámbito de la comedia amable y demasiado encantadora, pero si algo había, se perdió y diluyó en el camino.
Lo de ahora es reproducir el contexto previo y luego un partido de tenis que fue un desafío y un duelo.
Se jugó en septiembre de 1973, cuando Bobby Riggs (Steve Carell), un antiguo campeón retirado y cincuentón, retó a Billie Jean King (Emma Stone), monarca legendaria y vigente de 29 años.
Es un encuentro con historia de sobra, porque Riggs lo planteó, más bien lo comercializó, como una pugna física, ética e intelectual para King, en una época donde el mundo femenino luchaba por mayor presencia, reivindicaciones y derechos.
Riggs, que murió en 1995, era parlanchín, machista y un mago del show televisivo sin temor al ridículo, que vendió el encuentro como la batalla de los sexos, con el fin de dirimir la supremacía de un género sobre el otro.
La película no hace lecturas múltiples y no se complica la existencia, porque ni siquiera roza el Estados Unidos profundo, banal y circense, tampoco la estupidez rampante del desafío, y menos las bambalinas de un negocio tan espectacular como demencial.
"La batalla de los sexos" evita cualquier conflicto o acidez, y es comedida, superficial, recatada y con una enorme carga de blancura automática, partiendo por el perfil de los protagonistas, porque en Bobby Riggs abundan los excesos y la ludopatía, pero no deja de ser simpático y ocurrente, y también son escasos sus escrúpulos, pero en la prehistoria del emprendimiento así fueron las cosas.
Y la buena de Billie Jean King es un ejemplo sobresaliente de esfuerzo personal, destaca la nobleza con sus colegas de profesión y es cierto que se encuentra en una encrucijada sentimental, pero nada es para tanto.
"La batalla de los sexos" es más bien referencia general y, desde ese púlpito cómodo y calefaccionado, no se mueve.
Es una película equivalente a Wikipedia: enciclopedia en línea e información universal para un hecho real.
Y el cine, sin duda, no se puede quedar en eso.
"Battle of the sexes". EE.UU.- Reino Unido, 2017. Director: Jonathan Dayton y Valerie Faris. Con: Emma Stone, Steve Carell, Bill Pullman. 121 minutos. T.E. +7.