"Es la primera vez que siento como que estoy en nada", me dijo mi hija de 18 luego de graduarse de cuarto medio y a pocos días de dar la PSU. Me explicó que se sentía medio huérfana, ya no estaba el colegio, que la enmarcaba, y para adelante, quién sabe; pura incertidumbre. Y me lo dijo con expresión así, como "de nada", perpleja de sentirse a la deriva y, en cierta forma, disfrutarlo.
Una transición entre dos etapas. Un descanso del camino marcado y remarcado a fuerza de intenciones, desaciertos, frustraciones y alegrías. Una especie de limbo estructural.
Sano me parece arriesgarse y aprehender el descontrol de vez en cuando, combustible para pensar sin apuro ni objetivo. Un espacio de reflexión para luego tomar aire y saltar desde una etapa de la vida que se cierra, a otra que se abre como un potrero sin cultivos, un vacío tan lleno de estímulos y posibilidades que de solo mirar, agobian.
Hace bien detenerse de vez en cuando, mirar hacia los dos lados de la calle a ver quién viene y en qué. Añoro ese ejercicio en el Chile de hoy. Apretar un botón mágico y ¡un, dos, tres, momia es! Todos en "pausa": candidatos y asesores; voceros, parlamentarios y votantes; entrevistados y entrevistadores, encuestadores y agoreros; apocalípticos y simplistas...
Tomar un descanso de ofertones electorales y sus anzuelos de seducción. Así damos tiempo para que recobre el aliento tanto político que nos salpica con sus braceos desesperados intentando alcanzar la orilla. Piensan que, ya en tierra, volverán a estar en control.
Solo respirar profundo y en un pensar callado despedir la etapa que Chile comienza a cerrar; y luego mirar con ojos humildes y generosos el camino que entre todos es posible trazar.
Un "estar en nada" permitiría descansar de tantas palabras que a punta de codazos se disputan la primera línea en los discursos de segunda vuelta, sin darse cuenta de que la verborrea inmuniza al receptor. Necesitamos un recreo de los miles de teorías de lo que pasó el 19 y acontecerá el 17; de los descargos entre nuevas y viejas generaciones, de las pasadas de cuenta, de la lista de quienes no fueron "ni a la feria". Todo se agolpa en los oídos de los de a pie como un acordeón de palabras francamente ensordecedor.
¡Alto! Inspire, exhale. El país entero en un ejercicio de meditación o mindfulness , para estar de moda. Solo un ratito.
Mucho pedir, ya sé, para un tiempo tan breve para convencer. Pero, créanme, la "nada" es una buena herramienta para despejar dudas, llamar a la reflexión y levantar corazones que pueden preferir quedarse latiendo entre sábanas este 17. Hágannos el favor, que así como vamos, la única que cautivará cerebros y voluntades será Mafalda con su sabio "paren el mundo que me quiero bajar".
Sano me parece arriesgarse y aprehender el descontrol de vez en cuando, combustible para pensar sin apuro ni objetivo.