Esta película no tiene nada que ver con un policial español de fines de los 50 que llevaba el mismo título y que fue dirigido por César Fernández Ardavín, un cineasta revalorizado gracias a algunos de los títulos más oscuros de la era franquista.
La puerta abierta no está totalmente fuera de la tradición española, pero tiene una enorme familiaridad con los melodramas mexicanos, en particular
Casa de mujeres (Julián Soler, 1966) y la legendaria
El derecho de nacer (Zacarías Gómez Urquiza, 1952), piezas lacrimógenas donde siempre se juega mucho: el aborto, la educación, la violencia, el futuro, la muerte.
Rosa (Carmen Machi), una prostituta entrada en edad y en carnes, vive con su madre, Antonia (Terele Pavez), en una corrala (conventillo) que comparten otras colegas. Antonia, una antigua profesional que ya está en silla de ruedas, mantiene siempre su puerta abierta por temor a una muerte sin ayuda. El día que la vecina Masha, una prostituta rusa, muere de sobredosis, su hija de 7 años Lyuba (Lucía Balas) aprovecha esa puerta abierta para esconderse de la policía y la justicia.
Rosa, golpeada por la vida, el cansancio, la incuria, el amor perdido, la edad, la pobreza, es una mujer amargada y no acepta auparse otro problema cuidando a la niña. Para su madre, otra prostituta destituida, descariñada, irónica, cínica, terminal, Lyuba no es un problema, sino una fuente de ánimo y esperanza. Coincide con ella otro personaje pivotal, el travesti Lupita (Asier Etxeandía). En este paraíso de la amargura cae la niña rusa, cuyo único deseo es no ser entregada a la policía ni a los servicios del gobierno (después hablamos del Sename).
Presionada por los demás y por su propia compasión, Rosa acepta que la niña se quede por un par de días, hasta que encuentre a quien la pueda acoger. En películas como estas operan con enorme energía las convenciones de género: si Rosa dice que pueden ser dos días, el espectador ya sabe que serán otros dos, y otros tres, y así por delante. Si alguien dice que hay que buscar un futuro diferente, puede tenerse por cierto que habrá un futuro diferente. Si hay niños cerca del centro de la historia, es bastante probable que también esté cerca alguna festividad, de preferencia la Navidad.
No hay ninguna innovación en esta película respecto del género en que se mueve, ni siquiera ese aire del primer Almodóvar, porque tal aire viene de las mismas fuentes remotas. La cámara manual de Marina Seresesky puede ser un poco más invasiva, pero en el balance final resulta tan comedida y púdica como las tradicionales. Es el regreso fantasmal del melodrama clásico, con sus excesos y su voluntad de denuncia social naif. Y un retorno muy deliberado, que se da el lujo de autoafirmarse cerrando con "Fantasía", cantada por la mismísima Sarita Montiel.
La puerta abierta
Dirección:Marina Seresesky.
Con: Carmen Machi, Terele Pávez, Asier Etxeandía, Paco Tous, Lucía Balas, Emilio Palacios.
82 minutos.