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Domingo 19 de noviembre de 2017
Rodin fallece en París
18 de noviembre de 1917
"Tras una corta y violenta pulmonía, ha dejado de existir el célebre escultor francés, cuyas admirables obras quedan como un invaluable legado universal". Con estas palabras, los cables publicados en "El Mercurio", el 18 de noviembre de 1917, daban cuenta del deceso de François-Auguste-René Rodin, a los 77 años.
Las crónicas recogían el sentir de quienes lo conocieron, con opiniones que abundaban en elogios, como la del crítico Camille Mauclair: "Era necesario un hombre como él, que fuese capaz de afrontar la tentativa de sacar la escultura contemporánea de la dirección banal, hasta hacerla volver bruscamente a las grandes simplificaciones de la Antigüedad y la Edad Media". Charles Morice, por su parte, decía: "Su influencia sobre nuestro tiempo es considerable, con sus positivas innovaciones. Sin duda, ha renovado su arte, al exaltar el amor y la pasión. Sus figuras llenas de detalles corpóreos parecen moverse, tener alma y vida interior". Incluso, se leía que en el museo de Luxemburgo estaba el busto que le hizo a la chilena María Luisa Lynch.
Entre sus obras más famosas se mencionaban "La edad de bronce" (1877), "La puerta del infierno (1880-1890), "El beso" (1882), "Danaide" (1889), "Víctor Hugo" (1890), "Aurora" (1895), "Balzac" (1898), "El pensador" (1903), "El caminante" (1907) y "Catedral" (1908). Asimismo, Rodin realizó cerca de 10 mil dibujos e innumerables grabados.
Pese a los reconocimientos, su primera etapa artística no fue fácil. Admirador de Miguel Ángel, y tras estudiar con Jean-Baptiste Carpeaux en la Escuela de Artes Decorativas y con Antoine-Louis Barye en el Museo de Historia Natural, necesitó 40 años de trabajo heroico y solitario para, luego, imponerse. Fue cuestionado y criticado en sus comienzos por quienes no comprendían su hacer. Los italianos, siempre enamorados de lo impecablemente clásico, lo encontraban inconcluso, extravagante, caótico, un revolucionario sin técnica ni brújula. "Hasta que convenció con sus trabajos que transmitían al mármol, bronce o yeso una vibración desconocida, realizada por un artista potente, extraño, rebuscado, que recurría a la psicología y a un simbolismo admirable. Sus bustos y estatuas sufren, codician, esperan, aman, con gestos y actitudes que tienen una inmovilidad ardiente, que sobrecogen", consignaba la prensa.
El crítico inglés Arthur Symons destacaba en 1917: "Rodin, en todo su esfuerzo por conseguir la expresión violenta, alcanza una delicada belleza, construida buscando la fuerza y la gracia de la vida".
En la actualidad, el Museo Rodin de París alberga la mayor colección de obras de quien es considerado el padre de la escultura impresionista moderna.