Esta novela, la más reciente de Whitehead, tiene un currículo imponente: ganó el Premio Pulitzer 2017 y el National Book Award 2016, además de otros reconocimientos. La recepción crítica ha sido también impresionante. Es que el autor aborda, con gran vigor y sin tratar de suavizar el asunto, una de las páginas más oscuras del proceso de constitución de la identidad estadounidense: la esclavitud y el muy azaroso camino que siguieron los abolicionistas y los primeros negros libres. El ferrocarril subterráneo -que en la novela tiene existencia física, una red de túneles y estaciones situadas bajo graneros o en minas abandonadas- fue la red clandestina que ayudaba a escapar hacia el norte a los esclavos fugados de los estados sureños. Whitehead sigue, en la novela, el recorrido de Cora, nieta de Ajarry, capturada en África, e hija de Mabel, otra fugitiva, desde la plantación Randall hasta el norte del país. En ese largo camino, el autor muestra las distintas realidades en estados como Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Tennesee e Indiana. Un personaje secundario, el doctor Stevens, resume a la perfección el estado de las cosas. Todavía estudiante, Stevens roba cadáveres para financiar sus estudios. Y cuando mira los cuerpos destinados a las autopsias educativas, piensa "cuando sus compañeros de clase aplicaban los filos a un cadáver de color, colaboraban más en la causa a favor de su progreso que la mayoría de los altruistas abolicionistas. Al morir, el negro devenía ser humano. Solo entonces era igual al hombre blanco".
Whitehead pone el dedo en la llaga en largos párrafos donde un cazador de esclavos habla del "destino manifiesto" del pueblo estadounidense (los blancos, se entiende): adueñarse de todo lo que esté a su alcance.
Escenifica además teorías y políticas de manejo de la población negra que parecen anticipar las prácticas de esterilización masiva de grupos problemáticos que se dieron en las primeras décadas del siglo pasado. Es uno de los aspectos más siniestros de la novela, la alianza entre ciencia y prejuicios raciales, el uso de la población negra como material de estudio de enfermedades y capacidades de adaptación. El libro tiene, a ratos, una vocación didáctica que se hace pesada y es, por lo demás, una novela bastante convencional en el desarrollo de la trama.
Correctísima, imaginativa y áspera, sí, y con un desarrollo dramático que a ratos estremece, pero también convencional y previsible.
Colson Whitehead
Literatura Random House, Santiago, 2017.
316 páginas.