En una edición especial de "El Mercurio" se presentaron las cifras que reflejan, a lo largo de las últimas tres décadas, los cambios vividos por el país en diversos ámbitos. A pesar de la parquedad de los números, ellos permiten advertir, sin embargo, los enormes progresos experimentados en ese período, probablemente el más sistemáticamente exitoso de su historia.

Paradójicamente, el debate político reciente se ha centrado en torno al diagnóstico que sirvió de base a la acción desarrollada por este gobierno, según el cual en el país había un malestar profundo provocado por el modelo de desarrollo escogido, el que estaba generando una "caldera social". Eso requería poner el foco en el combate a la desigualdad y en "desmantelar los cimientos del modelo neoliberal" causante de esos males. Implícito en ese diagnóstico estaba la minimización de los mencionados logros, como si estos no respondieran a los anhelos de la población, la que tendría otras metas.

Ese diagnóstico ha probado estar equivocado desde dos puntos de vista. Por una parte, porque la población, a través de diversas encuestas, todas relativamente coincidentes, no ha manifestado un malestar con el "modelo", ni con su situación personal, ni con su apreciación de futuro. Por el contrario, se ha manifestado mayoritariamente satisfecha de sus logros. Los problemas que advierte están más bien focalizados, y aunque son importantes, su solución no requiere "desmantelar" el sustrato institucional. Por otra parte, las cifras que se han acumulado en los últimos treinta años son indesmentibles, y refuerzan esa impresión de la población.

Entre ellas se pueden mencionar el PIB, que pasó, entre 1990 y 2017, de 33 mil a 263 mil millones de dólares, y per cápita, de 5 mil 800 a 25 mil 400 dólares; los ingresos fiscales expresados en dólares de 2016, que en 1990 eran de 13 mil 600 millones y en 2016 alcanzaron los 52 mil millones; el IPSA, que entre 1990 y 2017 se ha multiplicado por más de 55 veces; las transacciones con tarjetas de crédito, inexistentes en 1990 y que superan los 25 mil millones de dólares en 2016; el parque de vehículos motorizados, que subió de casi 2 millones en 1998 a 4 millones 850 mil en 2016; el ingreso promedio imponible, que en 1993 era de 150 mil pesos y en 2017 alcanzó los 743 mil pesos, y el coeficiente de Gini, que en 1994 era de 56,4 y en 2015 llegó a 47,7.

Estas cifras expresan en términos cuantitativos una gigantesca transformación en la calidad de vida y oportunidades de los chilenos. Estos logros no permiten ignorar muchos problemas pendientes, pero fueron conseguidos mayoritariamente por las personas con su propio esfuerzo en el marco de un cuadro institucional provisto por los sucesivos gobiernos de esos años. En consecuencia, ameritan orgullo y no vergüenza, y generan motivación y no desazón.