El programa del Frente Amplio podría describirse, sin afán peyorativo, como una carta al Viejo Pascuero. El principal problema que tiene es su inconsistencia interna, amén de la profunda desconfianza en la capacidad de los individuos para generar crecimiento y bienestar. Es un programa maximalista elaborado por quien sabe que no va a alcanzar el poder para gobernar, pero que piensa que alguien compartirá sus sueños y puede situarse así en el terreno de la posverdad.
La apuesta radical por una asamblea constituyente -cuando el ejemplo de la asamblea golpista de Nicolás Maduro en Venezuela está aún vivo- quizá sea la menos importante de las cuestiones planteadas por el "Programa de muchos", pero ella sola permite juzgar desde ya la falta de gradualismo del programa.
Aunque se presentan como "un esfuerzo creativo", muchas de las ideas fijadas en el texto pueden encontrarse perfectamente en los documentos de Podemos en España o de Alexis Tsipras, en Grecia. Podemos perdió toda su credibilidad económica con planteamientos como estos, que la mayoría de la población no se creyó, y Grecia perdió su independencia y su soberanía política.
Porque aunque el Frente Amplio dice que sus reformas costarían una cifra redonda, mágica, de 13.400 millones de dólares, nada más entrar a analizarlo se ve que ahí no están considerados los recursos para edificar la nueva Seguridad Social que es uno de los puntos fuertes del programa. La reforma es tan "moderna" que repite el modelo de pensiones bismarckiano, pensado para empleos fijos y carreras largas y rutinarias. Ese mercado laboral del siglo XIX ya no existe.
Y los nuevos ingresos a cuenta de los impuestos a los "superricos" son especialmente optimistas y no tienen en cuenta que la capacidad de adaptación de las grandes fortunas a las reformas tributarias es mucho más alta que la del común de la gente.
En el terreno económico, el Frente Amplio cae en uno de los errores que lastraron este mandato de Michelle Bachelet: sacar cuentas alegres sobre las eventuales reformas y no considerar que ellas pueden ser contraproducentes y autodestructivas. ¿Una asamblea constituyente es buena o mala noticia para atraer inversión al país?
Con el programa de la candidatura de Beatriz Sánchez hemos entrado definitivamente en la fase de las ofertas incumplibles. En Holanda, los distintos partidos políticos someten sus programas electorales a la Autoridad de Responsabilidad Fiscal del país. Esta es la misma que da el visto bueno a la Ley de Presupuestos del gobierno holandés. Ella estudia los programas y dictamina si es posible abordarlos con el nivel de impuestos que tiene el país. Se trata de un organismo técnico que usando modelos matemáticos puede hasta simular las medidas autodestructivas. Gracias a eso, el votante sabe cuándo un partido se está moviendo en el terreno de los deseos y los sueños o en la dura realidad de los datos del día.
Efectuar un análisis semejante de este programa requiere más que un fin de semana. Para más inri , el formato que ha escogido el Frente Amplio para darle publicidad supone ya un escollo inicial. El "Programa de muchos" está incrustado en la página de su candidata. Bajo ese formato, hacer una simple búsqueda por palabras supone niveles de informática avanzada que "pocos" tienen. Las asociaciones de periodismo de datos suelen recomendar como una buena práctica en favor de la transparencia el empleo de formatos más accesibles para poder someter a análisis detallados este tipo de documento.
Sin embargo, un escrutinio artesanal sobre los criterios que hay detrás del programa se puede obtener contando el número de páginas que dedican a cada ítem. Hay 88 páginas para "Ciudadanía y Democracia", 75 páginas para los "Derechos Sociales", 64 páginas para hablar del "Modelo de Desarrollo" y 50 dedicadas a "Mejor Democracia y Nuevo Estado". Para "Política Tributaria y Expansión del Gasto Fiscal", que nos va a suponer 13.400 millones de dólares más de gasto público, es decir 8,3 billones de pesos, si gana Beatriz, solo hay ocho páginas.