Sebastián Piñera presentó ayer sus propuestas económicas. Admitió que el país "perdió la fuerza del vuelo que traía", pero se fijó un objetivo ambicioso, casi irrealizable en un país que carece de consensos críticos: quiere que "en ocho años (2025), Chile sea el primer país de América Latina que supere el subdesarrollo".
La gran mayoría de sus medidas son razonables. Pero hay un punto donde su programa chirría y es en la política tributaria. Piñera anunció que mantendrá en el 27% la tasa a las rentas empresariales y que solo se dirigirá al tipo medio de la OCDE (24%) "en la medida que la responsabilidad fiscal lo permita", cosa que difícilmente ocurrirá sin un profundo recorte del gasto. El candidato afirmó que espera recaudar 5.600 millones más en 2021 gracias a un mayor crecimiento.
Jean-Baptiste Colbert, el ministro de Finanzas de Luis XIV, decía que "el arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menor ruido". La manera en que un político habla de los impuestos nos dice mucho de él en tres sentidos: primero, de su idea de la propiedad; segundo, del valor que da a la libertad individual, y, tercero, de su propia capacidad para establecer las prioridades de gasto o ahorro.
En síntesis, la carga tributaria nos dice mucho del respeto a la libertad individual en una democracia. Y como se trata de un constreñimiento de esa libertad, los objetivos del gasto público deben ser lo más consensuados posibles. También es un indicador del tamaño que ocupa el Estado. Este, como se sabe, lo gestionan los políticos, así que también es una medida del poder social de Estos.
En el caso de Piñera, ya sabemos que no tuvo escrúpulos a la hora de pasar del 17% al 20% en el impuesto de sociedades con la excusa de financiar la reconstrucción del país en 2010. Se anunció que la subida sería transitoria, pero la primera ley que debe conocer el contribuyente es que las bajadas de impuestos son transitorias, pero las alzas no. En menos de una década, el tipo de sociedades pasará en Chile del 17% al 27%. Lo llamativo es que todavía existan personas en el país que se pregunten por qué la inversión se ha hundido.
Recientemente, un informe de la OCDE indicó que "si bien la carga tributaria general es relativamente baja, el aumento de la tasa del impuesto a las empresas posicionará a Chile entre las jurisdicciones tributarias más altas para las empresas, luego de haber sido una de las más bajas. La evidencia empírica sugiere que las tasas a las empresas son el factor más perjudicial para el crecimiento económico".
Lo mismo ha sido puntualizado en una nota del Centro de Estudios Públicos titulada "Carga y estructura tributaria en Chile: comparación con países OCDE", firmado por Estéfano Rubio y Rodrigo Vergara.
"Chile tiene mucho que gastar", dijo ayer Piñera."Gasto público y recaudación tributaria no van a caer". Esto significa que Chile ya no volverá a ser el país de impuestos empresariales bajos que era. Significa, también, que ha entrado en el modelo de las democracias donde el juego es que la izquierda corre la raya del gasto y la centroderecha solo se dedica a hacer más eficiente la financiación de ese gasto, pero no lo cuestiona a fondo.
Lo peor de todo es que el aumento del gasto público que Piñera quiere financiar no obedece a un cataclismo sísmico, sino a la necesidad de mantener las malas reformas del gobierno de Michelle Bachelet -como la regresiva de la gratuidad universitaria-, que él no se atreve a revocar. La coartada siempre es que hay que ganar la elección y, sobre todo, parecerse al promedio de la OCDE. Chile se aparta así definitivamente de la posibilidad de haber generado un modelo de desarrollo autóctono, genuino y novedoso, en vez de imitar las medianías de otros.