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Editorial
Jueves 28 de septiembre de 2017
Marihuana en los colegios
Tanto la salud como la delincuencia constituyen problemas en los cuales la ciudadanía espera que los gobiernos actúen prioritariamente. Ambos tienen íntima relación con el nivel de consumo de drogas.
El consumo de drogas en Chile ha continuado aumentando, haciéndose cada vez más llamativo el uso de marihuana entre escolares de toda clase de colegios. Según los estudios de Senda, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, alrededor del 35% de los jóvenes de establecimientos públicos o particulares subvencionados consumen marihuana, cifra que llega al 28% en los alumnos de colegios particulares. Si bien nadie puede explicar con seguridad cuál es la causa del marcado aumento de este fenómeno, pareciera que los movimientos sociales que buscan favorecer el consumo de marihuana y que a la vez promueven los usos medicinales de la hierba han llevado a los jóvenes a percibir que el riesgo que involucra ese consumo es menor. En una investigación realizada por "El Mercurio" queda claro que los jóvenes consideran que no tiene mayores consecuencias y, en cambio, es casi unánime la opinión entre ellos de que las charlas y otras actividades de prevención del uso de drogas son claramente inefectivas.
El Informe sobre Uso de Drogas en las Américas también ha revelado que el consumo de marihuana en Chile ha alcanzado niveles desconocidos hasta hace pocos años. En el uso de esa droga entre escolares, nuestro país aparece batiendo récords en las Américas, siendo particularmente llamativa la alta prevalencia de consumo en mujeres. Ya en octavo año de enseñanza básica, los estudiantes chilenos tienen una alta prevalencia de uso, alcanzando al 16%, en circunstancias que en otros países, como Estados Unidos, llega al 12%, y en Argentina, al 5%. Pero en Chile la prevalencia entre estos menores es más del doble de la que tiene en la población general, aunque los estudios al respecto, inseguros, se basan en encuestas.
Todo indica que las medidas preventivas, así como la acción de Senda, han sido de muy bajo impacto y resulta indispensable ir cambiando los métodos que se han seguido con tan bajo rendimiento. Si algunos de los factores protectores, como la unidad de la familia o el contar con planes para el futuro, son difíciles de modificar, hay otros que se pueden cambiar si se planifican bien. El conocimiento del efecto de las drogas puede ser una medida atractiva, pero no siempre resulta fácil despertar el interés de los jóvenes, los que a menudo tienen un comportamiento de apariencia paradojal, como podría ser el incurrir en mayores riesgos para demostrar coraje ante sus pares. Al parecer, ese factor podría estar jugando un papel en el consumo de marihuana, puesto que simultáneamente con el aumento del uso de drogas se ha registrado, según diversos estudios, un incremento del sida, posiblemente porque se actúa con desprecio por el peligro que encierran ciertas conductas.
La realidad que se observa en el país no admite mayores dilaciones y resulta difícil de explicar que en plena campaña electoral los candidatos -los presidenciales y los cientos que aspiran a llegar al Congreso Nacional- permanezcan en silencio respecto de las ideas con que se debe combatir este problema. Si la tasa de prevalencia del consumo entre los jóvenes está duplicando la de la población general y, además, se ha observado una disminución de la percepción de riesgo, cabe esperar un aumento significativo del consumo de drogas en el futuro. La relación entre estas costumbres y la exacerbación de la violencia y de los delitos violentos es algo evidente y la sociedad chilena bien debería buscar protegerse del posible impacto que podría traer esta conjunción de factores.
Tanto la salud como la delincuencia constituyen problemas en los cuales la ciudadanía espera que los gobiernos actúen prioritariamente. Ambos tienen íntima relación con el nivel de consumo de drogas, y la mejor manera de impedir que tales problemas se sigan agravando es actuar en forma preventiva, disminuyendo la atracción de los jóvenes por el uso de sustancias que alteran sus estados mentales.