Señor Director:
El día de ayer
Pablo Ortúzar, comentando una carta que suscribimos junto a otros doscientos veinticinco ex alumnos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, criticando la reacción del rector Sánchez a la aprobación de la ley que despenaliza el aborto en tres causales, sostiene que existiría confusión de parte nuestra respecto del pluralismo, el respeto y las instituciones universitarias. En particular, Ortúzar objeta el que no nos haya llamado la atención el nombre (de la PUC) cuando decidimos entrar a ella.
La confusión es suya. La denominación "Pontificia Universidad Católica de Chile" incluye prominentemente el sustantivo "Universidad", acompañado de los adjetivos "Pontificia" y "Católica". Existen colegios, seminarios y conventos católicos, y allí se entiende que no se cultiven valores universitarios. La PUC, sin embargo, es una universidad, y ello conlleva -desde tiempos inmemoriales- un sello específico, sin el cual deviene en otra cosa. Por eso, en los países desarrollados las universidades católicas (como la de Georgetown, Lovaina y otras) no olvidan que son universidades.
Desafortunadamente, las actuales autoridades de la PUC parecen tener problemas con entender que una universidad (aun una católica) es esencialmente diferente a un colegio o a un seminario. De hecho, ya el 2015 el " affaire Costadoat", en que las autoridades de la PUC dieron a un teólogo jesuita lo que David Gallagher llamó un "tratamiento soviético", esto es, permitirle investigar y publicar, pero no enseñar, anticipó el tipo de actitudes antiuniversitarias en que ha incurrido el rector Sánchez.
En esta oportunidad, las autoridades de la PUC continúan confundiendo la idea de universidad con la de colegio. Algo verdaderamente lamentable para una institución con tanta tradición, y que fuera pionera en impulsar una reforma universitaria en la década de los sesenta, que puso en el centro del debate precisamente estas cuestiones.
Javier CousoClaudio Fuentes
Egresados PUC