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Editorial
Jueves 03 de agosto de 2017
Nueva estrategia de Becas Chile
Definir áreas estratégicas para becar estudiantes puede ser una idea de alto riesgo. El futuro es incierto, la velocidad del cambio es vertiginosa y la del Estado para adaptarse a este es demasiado lenta.
El anuncio del Gobierno de que reformulará el sistema de Becas Chile de modo que ellas se otorguen solo a postulantes en áreas estratégicas, coincidentes con las necesidades de desarrollo del país y no de acuerdo a la demanda que por ellas tengan los eventuales interesados, amerita un escrutinio acucioso.
El programa de Becas Chile ha sido cuestionado por diversos motivos, entre ellos que no esté dirigido a áreas en las que el país busca desarrollarse, que se acepten postulaciones a universidades que no tienen los estándares apropiados, que es demasiado generoso financieramente, y que su burocracia es rígida y engorrosa. Dado el importante esfuerzo financiero que este programa significa para el país, tiene sentido contar con un sistema de selección más exigente que el actual. Desde ese punto de vista, parece muy razonable que esa exigencia tenga como filtro la calidad de la institución a la que el postulante aspira, así como sus méritos personales, pero es más dudoso que el área a la que postula el interesado deba pertenecer expresamente a un listado previamente elaborado entre aquellas consideradas de carácter estratégico.
En efecto, ¿quién define cuáles son las áreas estratégicas?, ¿una burocracia técnica?, ¿una instancia política? Y una vez elegidas dichas áreas -aun suponiendo que sean las adecuadas-, ¿quién asegura que esa elección siga siendo apropiada a través del tiempo? Y si, por el contrario, ellas no resultan las apropiadas, ¿quiénes serán los responsables de haber hecho esa elección? ¿Existe alguna manera de saber anticipadamente cuáles son, de modo de hacer una evaluación ex ante? Asimismo, las áreas estratégicas a las que se apunta, ¿corresponden a sectores productivos?, ¿a disciplinas científicas o tecnológicas?, ¿en qué categoría caen, en ese caso, las ciencias sociales? ¿Qué pasa si, por ejemplo, se prepara capital avanzado en tecnologías del litio y las baterías del futuro no lo utilizan?
Es probable que tenga más sentido poner todo el esfuerzo en establecer sistemas que califiquen con la mayor precisión posible los méritos tanto del postulante como de la institución a la que aspira acceder, para que ese sea el filtro a través del cual se limiten las becas que serán otorgadas, que escoger áreas estratégicas. En ese caso, lo más probable es que los más aventajados postulantes escojan especializarse en disciplinas científicas generales -matemática, física o biología, entre otras- o en áreas tecnológicas relacionadas con actividades ya existentes en Chile, o que tengan posibilidades de desarrollarse en el futuro cercano. Los criterios individuales de los estudiantes más talentosos tenderán a ser, en promedio, mejores que los que proponga una instancia de funcionarios públicos. Además, los estudiantes que no califiquen para becas en las mejores universidades del exterior podrán optar por becas de posgrado en universidades chilenas -mejores que muchas extranjeras- y en ese caso sus programas, de manera natural, tendrán relación con lo que esté ocurriendo en el país.
En la sociedad del conocimiento, a la que nuestra nación debe procurar pertenecer, la mejor manera de que su capital humano avanzado contribuya a la creación de valor es que se prepare y despliegue su talento conforme a sus propios intereses y aspiraciones. Así su trabajo estará mejor motivado, y los riesgos de que el cambiante futuro imponga sobre la elección que cada uno haya hecho se habrán contrarrestado a través de esa dispersión electiva, para beneficio del país.