Mario Salas, el entrenador de la UC, estaba enrabiado -más bien decepcionado- tras la derrota ante Colo Colo, en la final de la Supercopa. Más que por haber caído ante el rival de turno, se notaba que a Salas lo que lo tenía furibundo era el hecho de que sobradamente había planificado mejor que su colega albo el andamiaje colectivo de su equipo, pero así y todo había terminado cayendo estrepitosamente. No le había servido establecer, por ejemplo, un circuito potente rodeando a Santiago Silva, para intentar superioridad ante una siempre endeble línea de tres colocolina. Tampoco le resultó ubicar a Buonanotte como media punta para combatir la salida de Colo Colo desde Baeza (aunque eso sí incomodó a ratos al volante blanco) ni sacrificar el recorrido ofensivo de los laterales para mantener incólume la línea defensiva. Y qué decir de su idea de conformar una dupla destructora en el mediocampo (Fuentes y Aued) para frenar a los estiletes albos. Simplemente, no fueron capaces de cumplir la misión. Como el resto del equipo, fallaron en la concreción práctica de la teoría establecida. En síntesis, Salas planificó bien, pero sus jugadores ejecutaron mal. Es como para enojarse. Aunque hay motivos para que a la UC le pasara lo que le pasó.
Colo Colo fue todo lo contrario a lo que fue su rival. Poca sustancia táctica, escasa identidad colectiva, pero altos niveles de calidad individual que resultaron ser fundamentales para el triunfo.
La suma de los elementos albos se impuso ante la estructuración mecánica cruzada.
Jaime Valdés fue quien lideró el ideario de la desfachatez personal. La presencia de Valdivia liberó a "Pajarito" de la obligatoriedad de la función creativa, lo que le permitió, en muchos momentos, aparecer como externo e incluso como eventual atacante central, donde sí pudo -como no podía hacerlo cuando cargaba con la responsabilidad exclusiva del enlace- encarar a los defensores rivales, que es una de las características más elocuentes del jugador que se formó en Palestino.
Aquello generó -o incentivó- que varios de sus compañeros intentaran lo mismo, es decir, explotar sus propias fortalezas por sobre la especificidad de funciones colectivas.
Valdivia buscó mejor visión y espacio moviéndose constantemente a la derecha y con ello confundió marcas. Paredes salió del área para inmiscuirse una y otra vez en la elaboración de jugadas, sin que ello lo alejara del ángulo del arco. Vilches recepcionó llegando desde atrás. Figueroa incluso renunció a combatir por el costado y se transformó en asistente de la línea defensiva.
Cada uno expresó, en rigor, lo que más sintió frente a un rival que estaba aceitado y trabajado en función de una batalla que, preveía, se definiría en códigos distintos a los que finalmente se dio el partido.
Colo Colo llevó el encuentro a la lucha de la inspiración y no al espacio de los dogmas. Por eso Salas terminó enrabiado.