El final de "El planeta de los simios" (1968), tan formidable como definitivo, no impidió "Bajo el planeta de los simios" (1970), que terminaba con una bomba atómica pulverizando la Tierra. Ni con eso la saga terminó.
Las secuelas sucesivas -1971, 72 y 73- fueron mediocres y pobretonas, en las que lo desolador sucedió en la quinta película, y no fue el destino de la humanidad, sino una decisión de John Huston, el gran director: actuó de mono.
El intento fallido de 2001, con un Tim Burton que se pasó de tétrico, dio paso a una trilogía que termina, pero no finaliza, con "El planeta de los simios: la guerra".
Esta película se abre con la escaramuza de un batallón que embosca a César (Andy Sarkis) y los suyos. Y se cierra con una batalla, en la que los que atacan y defienden no son duchos en el arte de la guerra.
En los Oscar de 2018 la película estará nominada en efectos visuales y maquillaje, por la pericia digital en los rostros de los simios, que les permiten ampliar su rango histriónico y la película casi no necesita humanos.
Una melodía acompaña el relato: son notas de piano suaves y sentimentales, porque lo bélico y guerrero es escaso, y lo que abunda es melodrama extremo, sermón simio y un largo cuento sobre el origen de la especie, la tierra prometida y el corazón del mono.
César, que se parece fugazmente a Dwight Eisenhower, vive atormentado entre el afán de revancha y el remordimiento. Incluso sufre pesadillas que lo enfrentan a su animalidad, pero se cobija en los consejos del orangután Maurice, que tampoco le sirven demasiado.
El coronel (Woody Harrelson), su enemigo personal, sabe de venganza, algo de historia e ignora lo básico de cualquier guerra moderna -misiles, helicópteros, morteros-, y eso explica lo inútil de su afán: construir un muro de piedra.
La peor vulgaridad, en todo caso, es intentar rasguñar lo que sea de "Apocalipsis Now" (1979), por un grafiti o por la calva del coronel.
Esa muesca en el guion se puede calificar de guiño o disfrazarse de homenaje, pero la categoría justa es desvergüenza y afrenta.
Cuando el coronel afirma con tormento que lo que se juega en esta guerra es el futuro de la humanidad, lo racional es pedirle que se tome la otra. Y no es mentira.
La aparición de Mono Malo (Steve Zahn) refleja las carencias de la película, porque como venía llena de palabrería y pesada como lingote, un remedio posible, pero fallido, fue introducir un personaje torpe y tontorrón con vocación de mascota. Y para resumir al ser humano ideal, según los simios, nada mejor que Nova (Amiah Miller), niñita bondadosa, valiente, celeste y transparente.
La película se podría titular "El evangelio según los simios", porque César predica hasta por los codos peludos y ya están en la Tierra, pero la pregunta es otra: ¿tienen alma? Hay un mundo de monos, ¿habrá un cielo?
Si no se supiera que la dirigió Matt Reeves, un estadounidense cuarentón, se podría pensar que la hizo un mono.
"War for the planet of the apes", EE.UU., 2017. Director: Matt Reeves. Con: Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn. 140 minutos. T.E.+7.