La selección chilena hace un par de cambios y el tono del equipo si bien no se transforma, al menos pierde cierta identidad. Se desdibuja y no tiene la consistencia habitual.

No es una sorpresa. Es una situación que viene pasando desde hace tiempo y que hoy en la Copa Confederaciones ha quedado expuesta. La Roja carece de una segunda piel, a la altura de aquella que se luce como "generación dorada".

Y es que el proceso de reconversión del equipo chileno demoró mucho en iniciarse profundamente. Por demasiado tiempo se sostuvo que la escuadra nacional no solo tenía titulares inamovibles, sino que también relevos a la altura de las circunstancias. Y si bien los logros obtenidos por la Roja parecían desechar la urgencia del recambio gradual de piezas, los hechos indican que la carencia de un trabajo sistemático de búsqueda de reemplazos comienza a erosionar la potencialidad del equipo.

Chile hoy es una escuadra que se sostiene con una base inamovible, pero sin la capacidad de generar sustituciones a la altura de los titulares. El plantel no ha podido solucionar el tema de la incorporación de nuevos elementos que lo vigorice y por eso es que pretende, a través de soluciones pretéritas, mantener su nivel.

Los casos de Francisco Silva, Eugenio Mena y, en alguna medida, José Pedro Fuenzalida así lo denuncian. Su aporte actual difiere enormemente del que hicieron en anteriores momentos, y su presencia en el plantel -y eventualmente, en el equipo titular- tiene más que ver con la carencia de alternativas que hayan dado pruebas de suficiencia en el alto nivel, que con el real aporte que hoy ellos puedan ser en el equipo.

Lo mismo acontece en el arco. Que Herrera -como bien lo demostró en los partidos en que jugó- siga siendo hoy la mejor alternativa a la ausencia de Bravo denota una falta de trabajo eficaz en la búsqueda de un recambio para el mediano plazo. Toselli, el que apuntaba a ser el relevo del capitán, se mantiene en una tercera línea, lejos de convertirse en una opción concreta y viable. Tanto así que puede que pronto deje ser proyectado ante la aparición de elementos jóvenes que, con razón, exigirán su lugar en el plantel.

Con todo, hay que darle a Pizzi, al menos, el reconocimiento del tibio intento por iniciar la búsqueda de alternativas para esa segunda fila que se necesita recomponer. Leonardo Valencia, Pedro Pablo Hernández, Paulo Díaz y Martín Rodríguez pueden anotarse por ahora como figuras capaces de sustituir en momentos específicos a los que aún son inamovibles, para así, al menos, mantener el tono del equipo.

También el frustrado llamado de dos delanteros centro que no pudieron llegar a Rusia por lesiones -Nicolás Castillo y Felipe Mora- dan la idea de que el seleccionador está consciente de la peligrosidad de tener todos los bonos puesto en Vargas, un tipo que ha dado muestras más que evidentes de su fortaleza goleadora en la Roja, pero que evidentemente no da hoy garantías de mantención de un nivel excluyente.

Es cierto, la tarea no se hizo en su momento, pero es mejor hacerla tarde que no hacerla. La Roja ha logrado un prestigio grande con su elenco estelar. Pero también debe saber mantenerlo cuando requiere de sus personajes secundarios.