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Lunes 26 de junio de 2017
Chile pasa susto con Australia, pero sigue vivo: Portugal, campeón de Europa, espera en semis
El experimento de Pizzi casi tuvo un revés doloroso: la Roja comenzó con tres titulares menos y los oceánicos lo aprovecharon para quedar 1-0 y estar bien cerca del segundo. El empate llegó desde la banca, con Martín Rodríguez timbrando el pase del monarca de América a la ronda de los cuatro mejores. La batalla con los lusos será en Kazán.
Raúl Neira
Enviado especial en Moscú
Estaba en juego el minuto 65, cuando James Troisi -delantero de Australia y, hasta entonces, autor del único gol del partido- encaró desde la derecha hasta la izquierda y, sin marca, remató a la portería de Claudio Bravo.
El balón terminó en las graderías, bien arriba del travesaño, pero fue el momento en que Chile comenzó a dar vuelta la historia ante los "Socceroos".
"¡¡¡Daleeee, vamoooos!!!", gritó el capitán y se golpeó las palmas.
Sin más palabras, lo había dicho todo: la selección parecía dormida, no jugaba bien y si le anotaban de nuevo, podía quedar eliminada del torneo.
Hasta ese instante, nada servía, ni siquiera el apoyo de los diez mil hinchas chilenos que cantaban hasta quedar sin voz.
Por eso Bravo hizo lo que hizo. Fue un llamado de atención. Una alerta. Y del tipo con más peso en el plantel.
Coincidencia o no, a los pocos minutos Arturo Vidal dio un pase de cabeza desde el suelo, Eugenio Mena sacó un centro y tras un par de rebotes Martín Rodríguez anotó el 1-1.
Vaya desahogo para todos, empezando por el cuerpo técnico que, abrazado, celebró el tanto que le permitía seguir en la Copa. Tanto así, que Manuel Suárez -mano derecha de Juan Antonio Pizzi- miró hacia la tribuna y, puño apretado, seguía festejando.
Había razones para tanta alegría. La primera, un nuevo éxito de la "Generación Dorada": el doble campeón de América instaló, por tercera vez en línea, su nombre entre los cuatro mejores. Dos títulos y, al menos, semifinales en una competición reservada solo para los mejores, era motivo suficiente para tanta felicidad.
Y, en segundo término, frenar el ímpetu de un oponente más duro de lo que todos imaginaban.
Porque Australia empezó el partido mordiendo bien arriba, como ninguna selección lo había hecho con Chile. Apretaba y golpeaba, pero también jugaba. La Roja, con tres titulares menos, reservados todos para los juegos de eliminación directa, extrañaba la presencia siempre útil de Marcelo Díaz.
No era su mejor versión y el partido era un sufrimiento. El tanto de Troisi fue una estocada y, de milagro, Trent Sainsbury no aumentó a dos cuando el primer tiempo se iba.
Los cambios de Pizzi -entraron Pedro Pablo Hernández y Rodríguez- modificaron en algo el panorama, pero el enemigo seguía entusiasmado.
Eso, hasta que Bravo llamó al orden.
Llegó el empate y algo de respiro. Si no había fuerzas para ganar la serie, tampoco había que arriesgar demasiado. Salió un delantero (Vargas) y entró "Carepato" para tener el dominio.
Así llegó el final. La clasificación. Y la promesa de que con Portugal comienza la historia de verdad.
Y cuando esta generación juega en serio, el cuento siempre tiene un final feliz.