¿Por qué un equipo de tan limitados recursos como Australia hizo ver tan mal a la selección, que había brillado ante alemanes y cameruneses? La respuesta es bastante obvia: porque con mucho despliegue, marca y violencia supo cortar los circuitos de la escuadra de Pizzi, al punto de desdibujarla durante largos pasajes del partido.
La salida pulcra desde el fondo que garantiza Marcelo Díaz y el circuito de los volantes que finaliza en Vidal no estuvo, por ausencias o por la despiadada marca que impusieron los isleños, sin medirse en la vehemencia. Fue en ese choque donde la Roja no encontró las soluciones que otras veces llegan por distintas vías.
Fue un partido malo, donde apenas se consiguió el resultado requerido para avanzar, pero quedó el sabor amargo de una meta conseguida con lo justo, sin soslayar problemas y sin encontrar las vías para un mayor lucimiento del equipo. Contribuyó en eso la nula posibilidad de proyectarse por las bandas y el muy pobre trabajo de los hombres de ofensiva, donde incluso Alexis resintió la falta de espacios.
Obviamente, los jugadores no podían repetir un esfuerzo como el que brindaron frente a Alemania y se rindieron ante la dinámica del rival. Durante buena parte del segundo tiempo nos saltamos el mediocampo, buscando con pelotazos largos a Vidal o a Sánchez, que es una senda que a esta escuadra siempre le ha costado transitar.
Igual en el balance de este partido hay cosas positivas, como el juego de Bravo, que se vio rápido en los achiques y certero en el juego aéreo, pese a la larga ausencia. Y Paulo Díaz aprobó con creces el examen en el fondo, sustituyendo a Medel, donde aportó, sobre todo, en el juego aéreo y algunas coberturas.
No siempre se puede jugar bien, y honestamente, el empate no da para mayores preocupaciones. En esta Copa Confederaciones se dio la lógica, clasificaron los que debían y ahora se viene Portugal, con un día más de recuperación y muchas alternativas en el mediocampo, donde Fernando Santos se ha regodeado para alternar a Nani, Quaresma o Bernardo Silva como escuderos de la gran estrella del equipo, Cristiano Ronaldo.
El desafío de enfrentar al campeón de Europa con el mejor jugador del mundo es incentivo suficiente para este grupo, que crece mientras más alto es el desafío. Las dudas físicas que provoca Charles Aránguiz -agotado en el primer duelo, aniquilado a patadas ayer- deberán sortearse para aspirar al premio mayor. La duda a resolver en las próximas horas es si la envergadura del rival llevará a Pizzi a repetir el esquema con cuatro volantes que utilizó ante los campeones del mundo o mantendrá el con tres hombres arriba, que ayer se vio insuficiente para ganar la batalla en el mediocampo.
No dio para asustarse, pero fue un trance difícil el que nos provocaron estos australianos que pegaban como canguros.