Señor Director:

Las verdaderas retroexcavadoras en el país son las inmobiliarias. En el presente vivimos sumergidos en una cultura monetarista, donde lo más importante es el negocio y para lograrlo lo que conviene es destruir, reemplazando lo antiguo por lo nuevo. No importa la tradición ni la estética.

Este es el riesgo que corre Viña del Mar, mi ciudad de origen. Siendo niña, visité a menudo la Casa de Italia, cuando aún pertenecía a la familia Werner.

Como dice Marta Cruz-Coke en una carta publicada en esta misma sección, las ciudades tienen alma; el alma colectiva de las personas que vivieron, viven y vivirán en ella. No soy contraria a la modernización, siempre que se respeten los barrios tradicionales, los monumentos y edificios valiosos que dan fisonomía a la ciudad.

Otro caso doloroso y que no se menciona es el del Teatro Municipal de Viña, que tiene un pasado glorioso, en el que venían a su escenario grandes figuras del mundo artístico y era un incentivo para la creatividad artística de la ciudad. Llegó a mis manos un video en el cual se ve una retroexcavadora destruyendo el interior del teatro. ¿Habrá sido tan grande el daño causado por el terremoto de 2010 que fue necesario destruir para reconstruir, en lugar de hacerle una restauración adecuada? El último episodio es que se llamó a licitación para su reconstrucción, la que luego fue declarada desierta. Mientras tanto, se dan conciertos en el foyer.

La destrucción del patrimonio seguirá adelante mientras los gobiernos no tomen conciencia de la importancia que tiene defender estos valores y se logre un acuerdo para dar un incentivo a los propietarios de edificios que merezcan ser declarados monumentos nacionales.

Sylvia Soublette