Es entendible que después de 30 años se haya acabado el amor dentro de la Nueva Mayoría. Y no digo que la principal causa de esta ruptura sea el tiempo transcurrido. Tampoco es la infidelidad. Es algo mucho más fuerte, torcido y bizarro, incluso.
Vayamos un poco más atrás para entender.
La Concertación era, en verdad, el matrimonio -por conveniencia, al principio, por afecto, después- entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Ellos eran la mamá y el papá de ese hogar político que era la coalición. Quienes conocen el tema saben que es así como digo.
La relación entre la DC y el PS funcionó relativamente bien, con triunfos y derrotas, con alegrías y penas, como cualquier matrimonio, hasta que el Partido Socialista (para garantizar el triunfo de su militante Michelle Bachelet en las elecciones de 2013) impuso el
ménage á trois.
Un
ménage á trois es un término francés que significa "hogar de tres" y describe un acuerdo doméstico de tres personas para vivir en un triángulo amoroso o, más técnicamente, en una cohabitación poliamorosa, en que cada uno de los miembros está románticamente involucrado con los otros dos.
Pues bien, en nuestra alegoría, fue el Partido Comunista el tercero que llegó a integrar el triángulo matrimonial junto al PS y a la DC.
Dolida, la Democracia Cristiana aceptó a regañadientes el trato, pero el cariño se murió. Separó camas y ahora los besos eran sin amor.
Pasaron años para que la DC se armara de valor y decidiera irse. Pero cuando eligió tener una candidata presidencial propia e ir a la primera vuelta, finalmente dio el gran paso.
Yo creo que por eso a Carolina Goic le pareció tan mal que Alejandro Guillier dijera esta semana que existe un "romance", una suerte de "pololeo" entre ellos (los socialistas-comunistas-radicales) y la DC.
Entiendo a Carolina Goic. La imagen no es de buen gusto, dado el contexto que les expliqué. Y también encuentro que tienen razón ella y su partido de no tenerle cariño a los PS.
Pero una cosa es perder el amor y otra muy distinta es perder el humor.
Goic debió haber seguido con el juego. Lo mejor era festinar con la metáfora colegial de Guillier. Porque de lo contrario demuestra que todavía está dolida. Y si siente dolor es porque igual tiene sentimientos hacia ellos. Y uno piensa que quizás estaría dispuesta a volver al
ménage á trois.
Además, Carolina tiene que ser coherente con su estilo. La semana pasada la defendí de los comunistas cuando deliberadamente malinterpretaron la frase suya de la "chica comunista". Y ahora ella cae en lo mismo al tomar como literal una frase que era en sentido figurado ("el único romance que tengo es con mi marido", dijo en serio). Es lo mismo que hizo Bachelet cuando transformó el chiste fome y anticuado de Piñera en una supuesta apología de las agresiones sexuales.
¿Entienden ahora por qué digo que puedo tolerar el fin del amor, pero no el fin del humor? Mi recomendación es que todo el mundo debiese tener un poco más de sentido del humor. Pero también creo que la práctica de ese oficio debe quedar para los cultores del género. Es muy peligroso el amateurismo en esas lides.
Nunca antes tuvo tanto sentido el dicho "pastelero a tus pasteles".