Señor Director:

Vuelvo sobre el tema del aborto, eufemísticamente llamado "interrupción del embarazo", cuando es en realidad el asesinato, como lo ha calificado el Santo Padre Francisco, de una creatura inocente e indefensa.

Me sorprende mucho que haya personas que se admiren de que haya quienes hagan caso omiso de los mandamientos de la ley de Dios, que dicen "no mentir" (como en el caso de las boletas falsas y de las licencias médicas injustificadas) y "no robar" (como es el caso del desfalco de dineros públicos) cuando en nuestro país se han dictado "leyes" que autorizan y favorecen la fornicación y, actualmente, se lleva adelante un proyecto de ley que contradice el mandamiento de "no matar" que atenta contra el primero y más fundamental de los derechos humanos, que es el derecho a la vida de las personas inocentes.

Si el sustrato cristiano de la sociedad ignora los valores inculcados en los diez mandamientos de la ley de Dios, estamos frente a una crisis moral cuyas proyecciones negativas pueden ser incalculables. Los antiguos mandamientos, explícitamente ratificados por Jesús, no son disociables unos de otros, como si cada cual pudiera escoger los que le agradan y dejar a un lado los que le incomodan.

Como estamos en vísperas de elecciones, me parece que la coherencia con los principios cristianos exige a quienes se profesan católicos que no favorezcan con su preferencia o con su sufragio a personas que han manifestado claramente, e incluso con su voto en diversas instancias del Parlamento, su apoyo a la mal llamada "ley de despenalización del aborto" cuando es realmente una autorización camuflada de un asesinato, y que será financiada con los impuestos que todos los habitantes del país pagamos.

La coherencia es un valor moral que da credibilidad a las personas y sin la cual la convivencia social se transforma en un simple juego de conveniencias electorales, quizás motivadas por el apetito de obtener votos o de justificar o de acceder a cargos de influencia.

Jorge Medina Estévez
Cardenal