La inquietante costumbre de fotografiar a los muertos que tan bien usó Alejandro Amenábar en "Los otros" (2001) es la base de esta película de terror rusa, que también busca conectar con miedos primigenios. Para ello construye una historia aparatosa que nunca termina de desarrollarse: un fotógrafo inventó un método para derrotar a la muerte, transfiriendo las almas de los difuntos en el negativo, para luego pasarlas a un cuerpo nuevo mediante un ritual con fuego, túnicas y lo usual. En el presente, una joven-promedio-protagonista-de-películas-de-terror acepta conocer a la familia de su novio, y llega a una vieja casona con suelo que cruje y espectros que penan. Pronto la conexión con el pasado se hace obvia, y la película se transforma en un "grandes éxitos" del terror contemporáneo: apariciones en escalada, misterio por descubrir, espectros de ojos negros completos, pueblerinos en conspiración y lo que se le ocurra. Y si bien los realizadores consiguen un impecable (pero repetido) despliegue de dirección de arte, y encuadres más que decentes durante el metraje, la película no tiene nada que la haga distinta de cualquier subproducto del género. Olvidable, irritante y ni por si acaso más inquietante que cualquier foto que encontremos en la casa de los abuelos.
"Nevesta". Rusia, 2017. 93 minutos. Mayores de 14.