No es justo reducir o, derechamente, limitar la importancia del entrenador Ángel Guillermo Hoyos en la U campeona a su mística personalidad. Esta, más bien, se puede adicionar como una característica que le ayudó a disuadir con un mensaje potente y futbolero: para triunfar se necesita tranquilidad y orden. Hacer lo que se debe con los instrumentos con los cuales se cuenta. En paz, sin estridencias.
Tal fue, en definitiva, la fórmula que llevó a Universidad de Chile a su estrella 18ª. Ello, porque a diferencia de los procesos técnicos anteriores de la U post Lasarte -los de Beccacece y Castañeda-, la estridencia por alcanzar una propuesta futbolística que identificara la historia azul (más bien el pedazo de ella que lideró Sampaoli) quedó sepultada ante la evidencia de que los eslóganes no son buenos compañeros de la eficacia.
Hoyos no prometió revoluciones. Su mensaje no se centró en las reivindicaciones. Ni siquiera hizo alusiones al pasado. Simple y sencillamente se centró en encontrar el mínimo funcionamiento deseable a su equipo a través del potenciamiento individual.
El proceso no estuvo exento de dificultades y equivocaciones. Hoyos, en un primer momento, concentró sus esfuerzos en establecer su circuito colectivo que tendiera a potenciar a quien él veía como pieza angular del equipo, el argentino Gastón Fernández, acaso apoyado en la convicción de que los fracasos anteriores tenían que ver con el mal aprovechamiento de sus condiciones. A partir de esa visión, Hoyos forzó un esquema demasiado signado en la figura de "La Gata", sin tener una respuesta adecuada a la apuesta.
La partida de Fernández quebró para siempre en Hoyos la idea de que el potenciamiento de su equipo debía sustentarse en la construcción de un circuito sindicado en una individualidad. De ahí para adelante, el DT argentino hizo un cambio doctrinario de trascendencia, porque optó por inhibir el individualismo y reemplazarlo por el ajuste de pequeñas sociedades en todos los sectores de la cancha.
En dicho camino encontró Hoyos la eficacia. Los laterales jugaron con los punteros en base a movimientos que les daban protagonismos diversos. El mediocampo dejó de ser una zona donde los jugadores intercambiaban funciones y se convirtió en una donde cada uno cumplía su labor: Reyes fue contención, Espinoza, salida; y Lorenzetti, enlace.
La guinda de la torta, obviamente, fue la extraordinaria actuación goleadora de Mora. Pero en eso también hubo un acierto de Hoyos, porque al ex jugador de Audax Italiano no lo dejó como una simple referencia de área, sino que también lo involucró en la generación de juego... algo que nunca consiguió con "La Gata" Fernández.
La U fue mutando a una mejor expresión futbolística en razón de la capacidad de Hoyos de reordenar y principalmente de mutar sus propios dogmas a partir de lo que tenía como alternativas viables. Es cierto que no logró aún establecer un sello definitivo o al menos reconocible. También es verdad que la U se alzó con justicia sobre sus pares, dada la irregularidad del resto. Pero lo que hizo Hoyos fue mucho más que una seguidilla de prédicas y bendiciones. Hay que ser justos con el DT campeón.