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Editorial
Jueves 11 de mayo de 2017
Fortalecer la filantropía
Fomentar una cultura de la filantropía requiere, en primer lugar, de un marco regulatorio con claros beneficios tributarios mediante la reducción, deducción o aplazamiento del impuesto para los donantes privados...
La cooperación público-privada es una estrategia altamente positiva para abordar los complejos problemas y demandas que enfrenta la sociedad. La evidencia internacional demuestra que el fomento de una cultura filantrópica permite multiplicar iniciativas y dar respaldo a aquellos actores que pueden aportar en ámbitos donde el Estado, por distintas razones, no siempre puede actuar. De allí la relevancia de las organizaciones de la sociedad civil -con objetivos de interés público- como medio de estabilidad social y fortalecimiento de la democracia.
Diversos estudios dan cuenta de la multiplicación de dichas organizaciones en el país y de un reciente incremento de las donaciones privadas -tanto de empresas como de personas naturales- como forma de financiamiento, pero todavía en porcentajes comparativamente bajos. En Estados Unidos, país que sobresale por la práctica de la filantropía, las donaciones representan en términos generales el 2,1% del PIB, pero aunque se excluyan algunos tipos de donativos propios de ese país, todavía ellas son casi seis veces superiores a los montos donados en Chile.
Una reciente investigación de la Universidad Adolfo Ibáñez analizó el funcionamiento de alrededor de 100 fundaciones, las que canalizaron aportes por más de 80 millones de dólares en ayuda social. El estudio demuestra que la mayoría de estos organismos es de tipo familiar, que priorizan el área de la educación, pero también la cultura y el deporte, mediante el desarrollo de programas propios, la aplicación de políticas de evaluación de desempeño y un directorio involucrado en la gestión, lo que los hace atractivos y confiables para los donantes. En este ámbito, las universidades destacan como instituciones que atraen donaciones, pero todavía en niveles muy inferiores a los de las mejores instituciones del mundo, cuyo financiamiento proviene -muchas veces- de un endowment o rédito de un fondo de recursos donados e invertidos que les permite dar continuidad y estabilidad al proyecto sin tener que depender de los recursos fiscales, y que, en parte importante, proviene de los aportes de sus ex alumnos y de filántropos connotados cuyo legado queda plasmado en grandes obras de infraestructura.
Fomentar una cultura de la filantropía requiere, en primer lugar, de un marco regulatorio con claros beneficios tributarios mediante la reducción, deducción o aplazamiento del impuesto para los donantes privados. En Chile, más de 90 normas complejizan cualquier trámite relativo a la actividad filantrópica, burocratizando el sistema. Si bien un estudio reciente del Centro de Políticas Públicas UC indica un aumento en el último año de donantes que han accedido a una franquicia tributaria -en parte gracias a la introducción de un certificado electrónico de donaciones para personas naturales-, todavía los incentivos y el reconocimiento para el donante son escasos.
Una política de beneficios tributarios, que facilite el proceso y que reconozca el aporte social de la donación, puede impactar de manera determinante en la valoración de la filantropía.
Convertir ese espíritu solidario colectivo en una cultura filantrópica permanente implica valorar al que dona, mantener y respetar su legado en el tiempo, evitando casos como el del Parque O'Higgins, antes Cousiño, nombre de la familia que lo construyera y desarrollara, donde una decisión política posterior terminó con su reconocimiento.