The Chainsmokers - "Memories ... Do not open"
El camino hacia el lanzamiento del primer disco no podía ser más auspicioso para The Chainsmokers. La temporada pasada, el dúo electrónico con base en Nueva York alcanzó el podio del
ranking Billboard con "Don't let me down" y puso a bailar al mundo con el superhit "Closer", número 1 y récord de permanencia entre los diez más vendidos de Estados Unidos; pero ante un desafío mayor como su álbum debut, fracasaron rotundamente por culpa de un trabajo aburrido y repetitivo.
En "Memories ... Do not open", las canciones fueron construidas con la misma fórmula: inicia un teclado melancólico -solo cambia la base desde el sintetizador- luego aparece una voz y en tono introspectivo y de inmediato los
samplesy los
beats entran en escena para darle un ritmo más cercano a la pista de baile.
Así, "The one" no se diferencia de "Bloodstream" ni de "paris" ni siquiera de "Something just like this" (el sencillo donde colabora Coldplay). Ya venían probando el método con sus singles anteriores, cercanos al recordatorio de mejores tiempos, pero esta vez el resultado dejó en evidencia la falta de ideas.
Incluso, aunque Daya y Halsey -las voces de "Don't let..." y "Closer", respectivamente- no participaron del álbum, The Chainsmokers incluyó a Louane y Emily Warren y no hacen más que recordar a sus colegas con la intencionalidad de sus cortes. En el resultado final, dos muestras de que Alex Pall y Andrew Taggart naufragaron en su afán de repetir conceptos para que el éxito no se les escapara y que su música puede desecharse más rápido de lo esperado.
Incubus - "8"
Incubus estuvo en el momento y en el lugar preciso. Fue una de las últimas bandas que destacaron dentro de la corriente del nü-metal; su vocalista Brandon Boyd lucía mejor que Jonathan Davis de Korn, que Chino Moreno de Deftones o que Fred Durst de Limp Bizkit y su vocación melódica era capaz de concentrar a una fanaticada más amplia. Pero han pasado 20 años desde su mejor placa, "S.C.I.E.N.C.E." (1997), y su último disco "8" no le hace justicia a una carrera tan longeva.
El octavo álbum de estudio de los californianos suena tan equilibrado que se vuelve intrascendente. Es como si el quinteto hubiese querido concentrar toda su discografía en un solo trabajo, resultando simplemente en nada que no hayamos escuchado antes. Peor aún, si bien el catálogo de Incubus venía a la baja hace 10 años, la banda se las arreglaba para continuar lanzando
hits -independiente de la recepción, "Megalomaniac", "Dig", "Anna Molly" o "Adolescents" pasaron a la estantería de los grandes éxitos-. Y en "8" no se rescata ninguno.
El momento de mayor riesgo y lucidez aparece con "Nimble bastard", el primer single del disco, exhibiendo que la mejor versión de Incubus sigue estando en la agresividad e improvisación de los cortes y el filo de sus cuerdas. Al menos, esa acepción indica el camino que debiera seguir el combo para afrontar el futuro y recuperar algo de esa frescura que los puso en el mapa mundial porque, de momento, el seguir sacando material nuevo solo resiste gracias a la figura de Brandon Boyd.