Para conseguir un desarrollo sostenido e integral, la evidencia internacional demuestra que se requiere contar con una activa investigación de punta, procesos innovadores continuos y un grupo de personas altamente calificadas que lideren e impulsen estas acciones mediante un sólido vínculo entre la academia y los sectores productivos.

Pese a los sostenidos esfuerzos hechos en materia de fomento de la investigación científica y la innovación, el país presenta índices deficitarios en cuanto a inversión de recursos en este ámbito, en porcentajes muy por debajo del promedio exhibido por los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que se traduce en una gran escasez de investigadores en proporción al número de trabajadores.

Un impulso relevante para revertir esta realidad ha sido el programa de perfeccionamiento académico Becas Chile, cuyo apoyo para financiar estudios de posgrado permite proyectar que el próximo año el país contará con alrededor de cuatro mil personas con grado de doctor, duplicando la cifra de chilenos que estudian en el extranjero. A pesar de que la mayoría proviene de los mejores centros de estudios internacionales, su regreso no está exento de cierta incertidumbre, por limitaciones de la oferta laboral.

La falta de valoración de los posgrados por el mercado del trabajo en general y la reducida actividad investigadora en el ámbito industrial convierten a la academia en el mayor campo de desarrollo para los nuevos posgraduados.

En efecto, la gran mayoría de quienes cuentan con una preparación de doctorado se inserta en las universidades, ya que para aquellas que aspiran a la excelencia, es esencial tener un cuerpo académico capaz de hacer investigación de punta. Sin embargo, dado el contexto actual, en el que muchas instituciones de educación superior han visto afectados sus proyectos de desarrollo por las restricciones presupuestarias creadas por la gratuidad y la merma del financiamiento público, la demanda por incorporar nuevos doctores se ha reducido o postergado, lo que plantea una gran intranquilidad para quienes están terminando sus programas en el extranjero.

La discusión de una nueva institucionalidad -que además contempla la creación del ministerio de ciencia y tecnología- parece la oportunidad para diseñar una política pública que permita el necesario fomento de la investigación al más alto nivel, logrando reforzar el vínculo de la academia con el sector productivo y estableciendo espacios donde sea posible desplegar procesos innovadores.

Los esfuerzos realizados en la formación de investigadores debieran ir acompañados de una política integral de aprovechamiento de aquellos talentos orientados a la expansión del conocimiento, pues de ello depende conseguir un desarrollo integral.