Por más de un siglo, el diario "El Mercurio" y sus revistas han reunido a millones de lectores de Chile y del extranjero. Un espacio abierto para la expresión libre y diversa de informaciones y pensamientos políticos, económicos, culturales, deportivos y sociales. Sus lectores lo sienten como suyo, en el respeto y en la reclamación. Allí acuden para informarse, presentar sus demandas y debatir sus opiniones. En uno y otro caso, en ocasiones, con la pasión, la admiración y el rigor que merece el servicio del público. Sus colaboradores lo consideran como su casa, en la que se desenvuelven con naturalidad, abriendo sus puertas y ventanas a la sociedad y a la contingencia, con el peso de la tradición y prestigio de la empresa; con la frescura de la actualidad y la consideración que se debe al futuro.

Tomar el pulso de los acontecimientos y orientarlos diariamente; recoger la información de los hechos y de las ideas, de las temáticas más variadas y dinámicas, para luego transmitir la noticia con la certeza de que está publicada en "El Mercurio", requiere de una compleja organización; demanda inteligencia, sensibilidad y apertura al debate y al acontecer nacional y mundial. Esos cometidos provocan el interés que motiva a los lectores, el aprecio por el esfuerzo de quienes colaboran en la producción y quienes la dirigen, todos expuestos al reconocimiento, a la crítica y hasta a la caricatura, para bien o para mal. Trascender y sortear los formidables obstáculos que se presentan en más de un siglo exige fortaleza, perseverancia y determinación.

La tarea de reunir a la sociedad la ha cumplido con distinción el diario "El Mercurio", desde su origen en el que lleva igual nombre en Valparaíso, el más antiguo de Hispanoamérica, y bajo una misma familia por cuatro generaciones, con la responsabilidad y el prestigio del mismo nombre en su edición superior.

En "El Mercurio", Agustín Edwards Eastman volcó todas sus capacidades y esfuerzos. Se desprendió del legado familiar en otras actividades industriales y financieras y dejó a un lado emprendimientos personales para concentrarse en el periodismo, para mantener y engrandecer el indiscutido liderazgo del diario en la prensa escrita nacional y como referente en el mundo.

Desde antes de haber cumplido 30 años de edad y durante más de 70 años de servicio, Agustín Edwards Eastman aportó a "El Mercurio" sus vastos conocimientos, su extensa cultura, sus profundas inquietudes sociales, por la ciencia, el arte, la música y la naturaleza.

Bajo su conducción, este diario reclutó a las mejores plumas nacionales y extranjeras, en permanente y lograda búsqueda de la excelencia en todos los campos. Lo hizo con respeto hacia todos los sectores, con la multiplicidad de sus contactos internacionales, con su incesante afán por adoptar oportunamente las modernizaciones indispensables de nuestro tiempo. Y, por sobre todo, lo hizo sumando su personal vocación de servicio público a esa misma finalidad que corresponde a la empresa a la que perteneció. Esa es la permanente y gran tarea del diario, y la marca valiosa que deja en él quien fue por décadas su director y propietario.