En "La sagrada familia" (2005) y "Navidad" (2009) son el encierro, la improvisación y la cámara en mano las que definen el cine de Sebastián Lelio, que iba de mejor a peor.
Con "El año del tigre" (2010) algo ocurrió y se hizo más planificado, sólido y profesional. Menos iracundo y explosivo, eso sí, pero mejor narrado.
En esa película, un terremoto desploma la cárcel, y el presidiario Manuel se echa al campo, aunque no fueran más que unos kilómetros a la redonda.
Los personajes de Lelio, desde ese entonces, no están bajo techo, buscan eso que se llama libre albedrío y recorren las ciudades para decidir el tipo de personas que van a ser.
La protagonista de "Gloria" (2013) ronda por los restaurantes buscando el contenido de unas canciones que se resumen en el título de una película española: "La vida por delante".
Marina Vidal (Daniela Vega), la joven transexual de "Una mujer fantástica", es mesera de día, cantante de noche, y Orlando (Francisco Reyes) es el amante, su pareja y un protector que le ofrece cariño y el planeta desde Santiago: una cena en un restaurante oriental y un viaje a las cataratas del Iguazú.
El futuro se rompe con una de esas palabras que se conocen cuando suceden rápido y son fulminantes. Lo que desploma a Orlando es un aneurisma.
Marina sola, seguramente de nuevo, ahora debe salir a una ciudad donde se mezclan autopistas, riqueza y algo como Manhattan, con unos barrios vacíos y fríos que parecen salidos de una dictadura de Europa del Este.
La familia de Orlando, resentida y dolida, primero con rodeos, pero después con una furia que progresa geométricamente, irá contra una persona que representa el misterio, lo inexplicable y su mera existencia es una afrenta.
Que devuelva lo que ya no le pertenece y que no participe del duelo y sus ritos. En breve: que se esfume del mundo, porque lo suyo es la rareza y la vergüenza, un ser de la oscuridad y el encierro.
En este punto y por algún momento, la historia parece volver sobre sus pasos y entramparse, y además las apariciones fantasmales de Orlando están de sobra; sin embargo, el guion de Lelio y Gonzalo Maza, premiado en el Festival de Berlín, pone sobre la mesa un comodín fino y muy cinéfilo: un elemento de suspenso que empuja a la protagonista y a la película.
Es la llave de un casillero, un sobre azul perdido desde el comienzo y quizás un secreto. Eso permite progresar y construir una gran secuencia, para que Marina se deslice por los cuartos de una sauna, donde primero avanza como mujer y luego como hombre. Es ella y es él. Busca entre los vapores, se mueve con sigilo. Es él y es ella.
Esa es la película, porque hay algo más poderoso que una solución: una salvación.
Y mejor si es con música. Sacra, popular, la que sea.
En cada personaje que busca valor y encuentra su identidad.
Y así todos son peregrinos, a su modo y manera: el feo de Manuel, la señora Gloria y Marina Vidal, la mujer fantástica.
Chile-Alemania-España-EE.UU., 2016. Director: Sebastián Lelio. Con: Daniela Vega, Francisco Reyes, Aline Kuppenheim. 104 min. 14 años.