Este viernes 31 se celebrará la Santa Misa para pedir por el alma de Jaime Guzmán, en la víspera de su asesinato. Al día siguiente, un 1 de abril más, habrá romerías y discursos en Santiago y otras ciudades, mientras en Viña del Mar se realizará una Feria de los Buenos Libros, justo el día de su martirio.
¿Qué pervive del legado del senador, asesinado a los 44 años de edad?
En un libro notable, Víctor Muñoz ha sostenido que Guzmán elaboró "red, identidad, doctrina y cultura militante". Lo afirma un honrado hombre de izquierda, alguien que investigó en serio el proyecto de Guzmán y que lo da a conocer en toda su grandeza, aunque no lo comparta.
Lo que Muñoz afirma, muchos lo vivieron. En efecto, quienes participaron desde 1966 en esa iniciativa tienen muy claro que se insertaron -obviamente, sin asumirlo en ese momento- en una de las más fecundas movilizaciones cívicas de la historia de Chile.
Pero eso, lo que pasó entre 1966 y 1991 es ya historia. Historia de la buena, de la que interpela al presente, porque sus actores están vivitos y coleando y tienen -tenemos- que examinar nuestra consecuencia con esos fundamentos. Guzmán no puede haber muerto en vano. Sería criminal de parte de quienes lo seguimos de cerca.
Entonces, ¿qué queda de esa red? ¿Dónde está esa identidad? Esa doctrina y esa cultura militante, ¿perviven? Las personas que Jaime Guzmán asoció a su proyecto, ¿siguen siendo, como le gustaba decir a él, irreductibles?
Algunos de los miembros de esa red son hoy piñeristas y eso ya contesta la pregunta sobre su permanencia en el proyecto de Guzmán. Letra por letra, acción por acción, estilo por estilo, han optado por una alternativa distinta: ser guzmaniano y ser piñerista no solo son dos comportamientos lejanos en el tiempo; son, en realidad, dos concepciones claramente incompatibles en el decisivo campo de la teoría y de la práctica política.
Por eso, los guzmanianos que devinieron en piñeristas, hoy simplemente son otra cosa, muy distinta de la que fueron en su juventud. Viva su libertad. Responderán de ella.
Y la mayoría de los integrantes de la red guzmaniana, ¿en qué están? La opinión pública de derecha, que los conoció de cerca, se pregunta: ¿Dónde están? ¿Se apapayaron?
Para consuelo de tantos, la respuesta es alentadora, aunque no decisiva. Están en las universidades, en muchas fundaciones y corporaciones, en municipios, en algunos medios de comunicación, en la candidatura de José Antonio Kast; y también entre los parlamentarios de la UDI. Además, por cierto, no faltan los que han optado por la actividad privada, a la espera de que llegue la oportunidad de involucrarse de nuevo en la gestión del bien común. Son gremialistas de cincuenta promociones, economistas discípulos de Miguel Kast, intelectuales de la generación mayor que en su momento apoyaron a Jaime, y también militares en retiro, que conocen de cerca todo lo que Guzmán hizo por Chile.
Esa gente conserva su identidad, su doctrina, su estilo. Me consta en el día a día de tantos encuentros y de tantos correos. Pero, sin duda alguna, esa red no volverá a desplegarse en toda su positiva virtualidad mientras solo se le ofrezca participar en un gobierno, mientras no se le reencante con un proyecto de vida para Chile.
Y si a la UDI le ha costado tanto lograr su reafiliación; si finalmente quizás la consiga más por gestión que por identidad, es justamente porque esa red, la fundacional, la genuinamente guzmaniana, está pensando en otra instancia, en una organización que honre la vida y la muerte del formador y líder de esos miles de chilenos que lo añoran y que están obligados a emularlo, porque un 1 de abril en ellos quedó sellado el sentido del compromiso.