Uno de los grandes problemas que tenemos es que la felicidad se puso de moda y parece fácil de alcanzar. La publicidad ha banalizado la felicidad y el consumo aparece como una forma fácil de evitar el dolor o el hastío. Es la ilusión de bienestar, que no es un buen camino a la paz interna.
La felicidad ya no es una utopía, un camino, un momento, parece una posibilidad real, está en nuestras manos. Como hemos dicho tantas veces en esta columna, podemos aspirar a momentos de felicidad y respetar los momentos de dolor. Ese equilibrio es el bienestar.
Porque cuando suelto, cuando tengo una actitud de aceptación de la falta de control cósmica en que vivimos, cuando atesoro la felicidad, cuando me permito vivirla porque es escasa, entonces recién la paz es posible.
La paz es lenta, tranquila, sabia. Escurridiza. Posible.
Además de la paz, otro componente del bienestar es el sentido del deber. Primero parece una tarea agobiante, obligatoria, lejana al bienestar, cercana al cansancio del deber constante. No. Somos responsables de nosotros mismos, pero también de otros. Es gratificante caminar hacia la responsabilidad. Nos hace sentirnos fuertes, sólidos, enteros. La condición es que no esté motivado por el parecer bien ante otros, que no sea una actitud de miedo al castigo social la que nos impulsa al sentido del deber.
La libertad también es un componente del bienestar. La libertad es, fue, debe seguir siendo, la gran utopía del hombre. La libertad es responsabilidad, es elección. Toda constricción a la libertad produce estrés, que es la gran enfermedad de nuestra época. Para ser libre hay que atreverse a ser solo. La libertad es la balanza que obliga a elegir entre lo que debo y lo que quiero. Entre pertenecer al grupo en que vivo, y sentir que gracias a ellos puedo y quiero elegir a veces una cosa distinta. El miedo viene de que un acto libre pueda traerme el rechazo de los otros, de que pueda perder el amor de los que me quieren. La mayoría de las veces los actos de libertad terminan en más pertenencia, en vínculos más fuertes, en crear confianza en los otros y no en menos.
Hay pocos hombres en paz en el mundo de hoy. La velocidad, la incertidumbre, la ausencia de lugares seguros en el afecto, la sensación de soledad, el miedo al castigo de nuevo presente, todo conspira contra la libertad.
El bienestar es necesario. Por salud mental y por calidad humana. Cultivarlo debería ser una tarea cotidiana.