Fue en el 2002, con
Héroe, una historia de espadachines fantásticos, cuando por primera vez se pudo intuir que la carrera del gran cineasta chino Zhang Yimou se desplazaba desde su delicado aprecio por el realismo hacia esa zona de fantasía y leyenda marcial que tanto explotó el cine de Hong Kong en los años 70. La confirmación vino dos años después, con
La casa de las dagas voladoras, relato sobre una organización secreta que lucha contra la dinastía Tang, con un policía y una insurgente que se enamoran en medio de combates incesantes.
"Voladoras" era la palabra clave de ese título, y lo es también de
La muralla china, porque en ambas predominan los momentos en que vuelan los personajes, los objetos y la cámara. Otra similitud es que
La muralla china también se basa en una leyenda, la de un ejército de monstruos constituido hace dos milenios, que cada 60 años se levanta para apoderarse de China.
La historia parece una metáfora oscura y pesada, de algo que podría estar entre la fatalidad cíclica de la historia (¿china?) y la ética de la supervivencia en una humanidad amenazada. Esto es difícil de determinar, porque el relato está construido sobre grandes bloques visuales en los que predominan la acción y la velocidad, dejando un espacio muy estrecho para materiales distintos, incluso los que explican la situación. Solo un par de líneas del estratega Wang (Andy Lau) dejan ver que la lucha es secreta y total.
Este dato es fundamental para el mercenario William (Matt Damon), que tiene que elegir entre su propia codicia y el servicio a una causa noble y desesperada, balanza sostenida por la mano de la atractiva comandante Lin (Jing Tian).
En el cine inicial de Zhang Yimou, de fines de los 80 y durante los 90, convivían con equilibrio y armonía dos rasgos: 1) un particular sentido de la sensualidad visual, a menudo asociada a la opulencia del color y a la elegancia del movimiento; y 2) una atención muy delicada hacia los personajes, y sobre todo a su dificultosa manera de enfrentarse con el mundo. En ese período, al lado de la épica de
Sorgo rojo se podía hallar un melodrama en clave baja, como
Vivir, y junto a un amorío monumental, como el de
Ju Dou, la minúscula historia de unos escolares rurales en
Ni uno menos.
La casa de las dagas voladoras supuso una elección en favor del movimiento, la liberación espectacular de la cámara en el espacio tridimensional, la experiencia visual de "volar" dentro de formas y colores opulentos. En esta línea se inscribe
La muralla china, donde el abrumador protagonismo pertenece a los monstruos y la cámara que vuela. No hay espacio para el tipo de sutilezas y emociones que dio su robustez al período realista de Zhang Yimou. En el final de
La muralla china solo queda palpitando la presencia del metaforón oscuro, extraño, indeterminado.
The great wall
Dirección: Zhang Yimou.
Con: Matt Damon, Jing Tian, Pedro Pascal, Willem Dafoe, Andy Lau, Zhang Hanyu, Lu Han, Kenny Lin
103 minutos.