Latinoamérica y el Caribe se resisten a condenar colectivamente los ataques del Presidente Trump a México. Solo algunos países de la región han solidarizado con el país azteca. Lo han hecho en declaraciones uni o bilaterales, la mayoría tímida e indirectamente, invocando en términos amplios los riesgos para la libertad de comercio y criticando el proteccionismo. El silencio es más o menos generalizado respecto de los anuncios migratorios hechos por Trump respecto de su vecino y frente a las amenazas del financiamiento mexicano del muro fronterizo a través de impuestos a las remesas de los expatriados de ese país, que promueve el Presidente norteamericano.

La inacción regional se pretende justificar en los temores de exacerbar las tensiones entre los dos vecinos del hemisferio norte y en los peligros de extender a Latinoamérica y radicalizar la aplicación de la política populista y nacionalista de Trump, "América primero", que pretende gravar las importaciones y la competencia de las producciones mexicanas y sancionar la permanencia de residentes ilegales en los Estados Unidos.

Lo que está en juego no afecta a México solamente, sino que toca al comercio y crecimiento mundiales. En nuestro caso sus anuncios son un precedente negativo, que compromete un principio permanente de la política exterior chilena, la libertad de comercio, fuente de crecimiento económico, causa decisiva de las oportunidades de empleo y bienestar de una parte significativa de nuestra población y un elemento importante para la integración de América Latina y del resto del mundo. El anuncio estadounidense de renegociar el Nafta con Canadá y México no puede pasar inadvertido. Cabe presumir que planteará lo propio con el TLC que regula el comercio libre bilateral con los Estados Unidos.

Trump se aprovecha de la dependencia mexicana del mercado norteamericano -con exportaciones que superaron los 294 mil millones de dólares en 2016-, menosprecia la complementariedad de las economías y desconoce los aportes de México a la cooperación para la seguridad y el progreso de los Estados Unidos.

Parecería que ha llegado el momento de revisar la pasividad latinoamericana frente a los excesos de Donald Trump y a las amenazas contra su vecino. Es mejor prevenir y testimoniar la solidaridad con México anticipadamente que reaccionar tardíamente. Son tiempos para consignar el rechazo y los costos continentales a las políticas que ya no son las de un candidato, sino las del Presidente y del gobierno de los Estados Unidos. A la vez, cabe adoptar medidas preventivas y de diversificación del comercio exterior en busca de nuevos mercados de exportación y de importación.