Señor Director:

Escribo estas líneas como primo de una de las víctimas del reciente atentado incendiario en Traiguén. Un pequeño empresario que trató de sobrellevar su empresa de áridos en una zona donde el Estado no está presente desde hace años.

Seiscientos millones de pérdida, con familias en la ruina, y donde tanto el empleador como los dependientes miran al cielo en búsqueda de una explicación racional que no solo haga justicia algún día -hoy, imposible-, sino que finalmente irradie tranquilidad, por último, para aquellos pocos que decidan quedarse por esos lugares actualmente tomados por grupos terroristas organizados; y me refiero a "grupos", no "células"; "lugares hoy tomados", no "amenazados", y por "terroristas", no "delincuentes comunes".

Ni las autoridades ni el Estado han logrado dimensionar el costo que ha tenido para esa gente, pacífica, la no aplicación del derecho. ¿Quién les compensará, siquiera, la paz?

Gonzalo Cruzat Valdés
Abogado