La lucha por evitar el descenso se plantea como uno de los mayores atractivos del Torneo de Clausura. Cierto es que el hecho de que sea solo un equipo el que baje a la Primera B, al cabo de la suma de puntajes de dos torneos consecutivos, aparece como un escaso componente competitivo, pero el hecho de que el tramo decisivo se resuelva en tan pocas fechas le otorga un matiz interesante a la disputa de los "desesperados".
Más allá de las consideraciones particulares que vayan obligando a tomar decisiones específicas de acuerdo a la actualidad de cada equipo, parece bueno reflexionar cuál es la propuesta con la cual cada entrenador encarará la disputa por la permanencia.
La tendencia, desde este punto de vista, parece clara: la mayoría de los entrenadores que hoy está en la banca de los equipos comprometidos en la batalla del descenso adhieren, cada uno, a estrategias que alientan el ideario ofensivo por sobre la elaboración de tramas excesivamente conservadoras. Hay, sin duda, una postura generacional.
Ramírez (San Luis), Bozán (U. de Concepción), Vilches (Audax Italiano), Vergara (Antofagasta), Córdova (Palestino) y Sánchez (Everton) son adiestradores que tienen convicciones construidas a partir del molde ofensivo, lo que implica riesgos (como ya lo han sufrido varios de ellos en estas tres primeras fechas del Clausura), pero que también otorga réditos en lo referido a la solidificación de una postura táctica convincente, que es un arma importante para tener a disposición a la hora de las definiciones extremas.
Pero está más que claro que, aunque esta actitud técnica pueda ser mayoritaria, no necesariamente será la que prevalecerá en la disputa por no caer en el precipicio de la tabla.
Sin saber aún cómo se enfocará Temuco tras la partida de Landeros (quien era integrante de la tendencia descrita), hay que señalar que existen también otras corrientes. Espinel (Santiago Wanderers) y Astorga (Cobresal) son directores técnicos que sienten que la fortificación de un ideario sólido viene dada por la conformación de un esquema que tiende al aseguramiento más que al riesgo, a la lucha desde la refriega y la posesión extrema. Para ellos, la obsesión es la consecución de puntos, no la estética.
Aunque ello obviamente no inhibe la pretensión de ataque -existe en ambos la idea de que el aprovechamiento de los espacios que deje el rival deben ser sabiamente utilizados tal como lo demostró el fin de semana Santiago Wanderers ante la UC- es un hecho que no se verá ni en los porteños ni en los mineros acciones del tipo suicida en aras de convicciones más "modernistas" (como las de Bozán ante Antofagasta y que terminaron con una goleada en contra para Universidad de Concepción).
El punto en cuestión es ir viendo de ahora en adelante qué tipo de ideario prevalecerá, cuál es la capacidad de los entrenadores para mantener sus principios y qué tipo de lucha quedará establecida conforme se vaya acercando el fin del torneo.
Entretenida batalla conceptual.