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Domingo 19 de febrero de 2017
Mano chilena en Madrid
19 de febrero de 1987
Los transeúntes que circulaban entre Alcalá y la Gran Vía de la capital española, en febrero de 1987, se topaban con algo extraño: cinco dedos crecieron sobre la vereda. "El Mercurio" daba cuenta de "los minutos mágicos regalados por el escultor nacional Mario Irarrázabal Covarrubias, quien ha instalado en la fachada del edificio del Círculo de Bellas Artes su segunda mano, cuya extremidad más alta tiene, aproximadamente, cinco metros".
Treinta años después, el reconocido artista explica: "Me pidieron que hiciera una réplica de la escultura de Punta del Este (1982), para ser mostrada en la exposición 'Chile Vive', organizada por el Ministerio de Cultura de España, que también convocó a poetas, actores, cineastas y pintores. Fue realizada en ferrocemento, sin relleno de hormigón. Debía ser hueca y transportable, porque luego de unos años, la estructura fue trasladada al Parque Juan Carlos I, donde permanece en la actualidad". Allí, con el nombre de "Dedos", recibe a los visitantes, a la entrada de un enorme recinto ferial, situado en el antiguo Olivar de la Hinojosa, ubicado al noreste de Madrid, en el distrito de Barajas.
En el reportaje publicado en 1987, el autor agregaba que tuvo una semana para concretar la obra. "Improvisamos un taller en plena calle, donde trabajamos, en medio del frío, junto a dos escultores madrileños. La parte más entretenida fue el cincelado de las huellas digitales. Al terminar y quedar a la vista del público, pude observar las primeras reacciones de la gente, incluso la de los ciegos que transitaban por el lugar y reclamaban por este obstáculo". Asimismo, se leía que "Irarrázabal quiere rescatar la fuerza mítico-mágica de las piedras de Stonehenge y de los moáis de Isla de Pascua, impactando en el paisaje cotidiano".
A esta mano, le siguieron otras en el desierto de Atacama (1992) -ubicada a 76 kilómetros al sur de Antofagasta- y una para la 46ª Bienal de Venecia (1995). "Todas ellas se han transformado en hitos poéticos y territoriales. Para mí una obra si no dice algo o no conmueve, mejor no hacerla", resumió en una ocasión el artista, discípulo del expresionista figurativo alemán Waldemar Otto.
En sus 50 años de trayectoria, Mario Irarrázabal (76) ha sido homenajeado con diversos premios, y su obra escultórica -que también incluye pequeño y mediano formato- alcanza más de 300 creaciones en hormigón, bronce, aluminio, piedra y madera.