Desafiante, inclasificable, provocativo.
Así es el cine del griego Yorgos Lanthimos, un realizador al que Hollywood -esa industria eficiente y siempre atenta a lo que se viene- ya le echó el ojo. Con "Langosta" ("The Lobster", 2015) postula al Oscar 2017 a Mejor Guin Original, coescrito con Efthymis Filippou, su colaborador en sus tres últimos largometrajes.
Probablemente no gane esa estatuilla: compite con los guionistas de "La La Land" (Damien Chazelle), "Nada que perder" ("Hell or high water", Taylor Sheridan), "Manchester junto al mar" (Kenneth Lonergan) y de "20th Century Women" (Mike Mills).
Como tampoco obtuvo el Oscar a Mejor Filme de Habla No Inglesa al que postuló con "Canino" (2009), que a todo esto sí recibió el premio Un Certain Regard, de Cannes, y otro par de galardones en Sitges (Cataluña), el festival de cine fantástico más importante del planeta.
Pero ahí avanza, a paso firme.
De hecho, "Langosta" también estuvo nominada a los Bafta, ganó el premio del jurado en Cannes y compitió por la Palma de Oro.
Es el primer filme en inglés de Lanthimos y en el elenco figuran actores como Colin Farrell, Rachel Weisz, John C. Reilly y Léa Seydoux ("La vie d'Adèle").
Como en "Canino", "Attenberg" (2010) y "Alps" (2011), Lanthimos nos instala en su universo distópico, uno que se ve, se escucha y se percibe como uno muy normal; donde la vida cotidiana parece transcurrir sin sobresaltos y las personas son del todo corrientes.
La forma de organizarse en esta sociedad, eso sí, contempla ciertas leyes -como en todos lados, claro- para que las cosas funcionen. En este caso, La Ciudad -el ente que gobierna y tiene poder coercitivo- ha llegado a la conclusión de que, para bien de todos, las personas no deben permanecer solteras. Ya sea que estén en edad de merecer, hayan enviudado o hayan sido abandonados/as por sus cónyuges.
Aquí, el individuo, con sus ideas, emociones y opciones personales, es secundario; lo prioritario es la colectividad.
Hombres y mujeres que se encuentren en este inapropiado estado civil son convocados a un hotel de agradable aspecto, donde disponen de cierta cantidad de días para enmendar esta situación. Se organizan patéticos y risibles planes, tipo
resort all inclusive, de manera que encuentren a su par. Esto último es relativamente sencillo: es cosa de que tengan en común algún "elemento".
El plazo establecido se puede extender ganando puntos con singulares cacerías. Una vez llegado ese tiempo, usted puede elegir en qué animal ha de convertirse. David (Colin Farrell), que ha llegado con su hermano transformado en un perro al
resort, ha escogido ser una langosta.
Aunque está todo perfectamente controlado, David, que experimentará la crueldad subyacente en este forzado simulacro de "amor" de pareja, logra huir al bosque. Allí se encuentra con los rebeldes, encabezados por dos mujeres, a quienes se suma. El grupo vive clandestinamente y arriesgando sus vidas por desafiar el denigrante sistema oficial. Pero ellos también tienen sus reglas, que resultan ser tan crueles y rígidas como las de La Ciudad. Para ellos, igualmente lo colectivo está por sobre el individuo y su libre albedrío.
La imaginación de Lanthimos para urdir cada esquema de este mundo de pasiones vigiladas no tiene límites.
Lo suyo es sorprender, incomodar, incluso choquear. ¿Por qué lo consigue tan eficazmente? Porque el espectador perplejo de pronto percibe que esta absurda distopía no es tan surrealista; que por unos momentos, más de algunas de las absurdas y terribles situaciones que vemos resuenan como un inquietante reflejo de ciertas realidades conocidas.
De que tiene humor, lo tiene: los requisitos para armar pareja, los bailes, las descabelladas "fórmulas" ideadas para ayudar a mantener un matrimonio y otras serie de innumerables detalles son francamente risibles. Pero "Langosta", graciosa-divertida no es, y meterla en el archivador de "comedia" -aunque sea subsector negrísima- cuesta.
Esta fábula satírica que reflexiona sobre el amor y el poder evidencia un exquisito cine de autor, de ese que suele escasear. Si además ve "Canino" (advertencia: es bastante fuerte), lo terminará por comprobar.
Ya saben cinéfilos: ojo con este griego.
(En Fílmico. Paseo Las Palmas).