Esta película de Pablo Larraín no solo es la primera en otro idioma y otras condiciones de producción, sino que también es la que contiene menos ira y desencanto.
La razón es evidente: no está Chile en el reparto.
No existe el feísmo y la turbiedad de otras películas y surgen, en cambio, y con más nitidez, sentimientos que antes eran tenues o quizás resistidos, por ejemplo la conmiseración y piedad con los protagonistas y la historia.
La doble moral de Jacqueline Kennedy (Natalie Portman) o de su esposo no enturbian sus roles, al contrario, los hacen incluso más radiantes.
Y que un musical como "Camelot" y alguna de sus canciones -interpretada por el actor Richard Burton- sea la inspiración del gobierno de JFK no es en absoluto deplorable, porque un relato político puede partir desde Broadway.
"Jackie" se distancia del infierno de su obra mayor -"El club" (2015)- y el director aplaca la rabia, apaga llamas y ya no hay castigo eterno.
Lo de ahora es una atmósfera para la purificación, con secuencias que son como ritos o responsos de esos días tremebundos de noviembre de 1963.
La protagonista le responde al periodista (Billy Crudup), que pregunta; como más tarde al sacerdote (John Hurt), que consuela.
Son dos tipos de confesiones y están filmadas de manera distinta: con el periodista frente a frente, y con una mesa entre ambos. Es una versión de los hechos.
Con el cura se pasea por un cementerio y alguna vez el encuadre se cierra y atrapa ambos rostros de perfil, porque es otra clase de revelación: sentimientos ocultos, rabia escondida, reproches divinos.
El cura y el periodista carecen de nombres propios, porque el gran nombre propio es "Jackie", la elegante viuda de 34 años frente a sí misma y por eso espejos, reflejos, velos y tantos primeros planos sobre su rostro.
Es una cámara inquisidora que busca confesiones y por ese estado flota Jacqueline Kennedy. Y un poco Bobby Kennedy (Peter Sarsgaard), que describe lo que el gobierno de su hermano no debió hacer, cuando ya es tarde; pero es siempre la protagonista la que necesita coronar su papel con un relato histórico y espiritual, para de esta forma demostrar que con el funeral se acaba un reino.
El punto inicial es el musical que dice que por un momento breve y resplandeciente hubo un Camelot que jamás se repetirá: la presidencia de JFK, una Casa Blanca encantada y esa corte magnífica.
"Jackie" es la construcción de un relato que pasa a la historia.
Al protagonista que la construye -artista, político o viuda- no se le puede exigir estatura ética y vida ejemplar, porque su don es la creación y puede tener varios rostros y disfraces, si quiere. Un poeta o una Primera Dama o un Presidente.
Así se forja la historia, y el punto de partida es La Moneda en 1973, el Chile del plebiscito de 1988 o la Casa Blanca en 1963.
Una bala en Dallas o un avión sobre Santiago.
Un breve momento resplandeciente.
El resto es dolor, remordimiento y penitencia.
"Jackie". Chile-Francia-EE.UU., 2016.
Director: Pablo Larraín. Con: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Billy Cudrup.
100 minutos. T.E.+7.