Un 16 de enero, pero de hace 412 años, se publicó la primera parte de Don Quijote y el libro, por si no se recuerda o sabe, tuvo seis ediciones en el año de su aparición en 1605: dos en Madrid, otras tantas en Lisboa y las últimas en Valencia.
Se tasó y vendió por 290 maravedíes y medio el ejemplar, según dictaminó Juan Gallo de Andrada, escribano de Cámara.
Esto lo conozco por la edición que abro y leo una vez cada 12 meses: la de Sopena de 1905, según la casa catalana que fundó Ramón Sopena y, con el tiempo, murió el editor y desapareció la editorial.
La mayoría de los chilenos todos -los bien criados y mal criados- nunca han leído el libro entero y hay una cierta enseñanza y costumbre que perdona al compatriota que lo lee por partes o por resúmenes, o bien mediante simples párrafos.
En consecuencia, y como buen chileno, en esta época y en cada aniversario, abro el libro de 892 páginas y nada me intimida, por lo dicho previamente, y lo leo por presas. Ni tonto.
¿Dónde están Gaspar de Ezpeleta, Simón Freise de Lima y Cirongilio de Tracia?
En el mismo lugar que las palabras zapatetas, caramillos y mílite.
Busco entre las páginas lo que ya no se emplea ni utiliza, aunque algunos términos prolongan su agonía en los diccionarios, que es como ir al cementerio, porque el habla es algo vivo y no muerto: bailongo, botica y achaplinarse.
Entonces voy y leo, pero un parrafito nomás, para no aburrirme ni aburrir:
"Os digo Sancho, a buena fe, y ruego sosiego sin desencanto, aunque triste sea lo que ahora escuches. A personas y cosas les sucede lo que a ideas y sueños, por grandes que parezcan se las lleva el tiempo".
Allá lejos viven los cumas, no vayan al biógrafo y por favor no hostiguen al colipato.
El joven colérico, la niña cocorocó, la macana y el chicoco.
Nadie grita descueve ni dice macanudo y menos buenas noches los pastores.
"¿Sabes qué imagino, Sancho? Que es menester andar por el mundo sabiendo que tu mundo y el mío, por donde primero se acaba, es por las palabras; pero eso, a un caballero andante, le importa poco y nada. Un comino, Sancho".
Así es como debe ser y queda lo de siempre: las preguntas.
Hay que leer de a poco, saltado y con el entendimiento de cada uno, que es estrecho, para qué vamos a andar con cosas.
Ecolecuá y comsi comsá.
Choriflái, cocaví y chancho en misa.
¿Por dónde las fuentes de Leganitos, Vecinguerra de Córdoba y los toros de Guisando?
Ya no hay Higinio ni Esterlinda, tampoco Orfilio y Visitación.
Cantora, paltón, lolein, me llegó al pihuelo y cloteó.
No volverán adarga, colodrillo, péndola y nonada.
Tampoco Cide Hamete Benengeli, el venerable Montesinos y el mísero Durandarte.
Ya se salieron los choros del canasto, no hay quien apriete cachete y nadie come como sabañón.
También algún día se irá lo de hoy: flaite, cuico y choripán.
"Sancho, te lo digo yo, que en esto, pero no en otros afanes, conozco mundo: primero enterrarán a las palabras y después a nosotros".