Señor Director:

Impacta ver cómo dirigentes de un país laico tan grande, influyente y poderoso como Estados Unidos de América, tiene la humildad de reconocer en sus discursos públicos que hay algo más grande e importante que ellos: Dios.

Esto no lo veo como el reflejo de una sociedad arcaica o premoderna, sino como un acto libre de soberbia, de entrega en cuerpo y espíritu a la disposición del pueblo que dirigen.

Les pido a nuestros legisladores que imiten esa actitud de humildad y no promuevan la eliminación de alusiones religiosas en el Congreso. Cuando se trata de dirigir un país, la ayuda de Dios debería ser más que bienvenida.

Juan Eduardo Montt C.
Universidad de los Andes